Leer un libro es como dialogar con su autor. En Energía Creadora damos un paso más y entrevistamos a las propias obras, pero, ¿qué pasa cuando la obra es una autobiografía del autor? Pues que el diálogo es mucho más rico, profundo y sorprendente. Veamos cómo sale este experimento en la entrevista a «Búsqueda sin término», la autobiografía intelectual de Popper.
EC | Madrid | Diciembre 2012
1. ¿Cuáles fueron tus principales intereses intelectuales?
Por un lado, me interesaba bastante la educación, y me dediqué a la enseñanza: primero como tutor de estudiantes extranjeros, luego como trabajador social con niños abandonados y finalmente enseñé matemáticas y física en escuelas secundarias. Después fui profesor universitario. Me preocupaba también la epistemología: ¿cómo conocemos el mundo?, ¿qué significa comprender? Pero no desde un punto de vista psicologicista; me decanté por la ciencia: física, mecánica cuántica, biología, entropismo… siempre, en cuestiones de método. Lo interesante era el conocimiento problemático, el aumento del conocimiento, es decir, el descubrimiento. Y dentro del descubrimiento, el descubrimiento científico. Para mí, los problemas que requerían mayor atención eran los relativos a verdad, probabilidad y corroboración.
Por otro lado, nunca abandoné las cuestiones éticas, políticas y sociales. Tanto en estos campos como en las ciencias, me parecía que el gran enemigo era el mismo: el dogmatismo. Me propuse combatirlo.
Karl Popper fue un filósofo austríaco que se nacionalizó británico tras la Segunda Guerra Mundial. Buen conocedor de física y de matemáticas, Popper trató de establecer un criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no. Se ocupó también de asuntos éticos y políticos, reclamando una sociedad abierta alejada de los dogmatismos. El único instrumento para avanzar tanto en el terreno científico como en el social es la crítica.
2. ¿Hubo teorías o pensadores que influyeran en esa determinación?
En mi juventud me acerqué al marxismo, pero pronto me resultó una teoría dogmática y pretenciosa, lo que me llevó a rechazarla. Esto “hizo de mí un falibilista y me inculcó el valor de la modestia intelectual. Y me hizo más consciente de las diferencias entre pensar dogmático y pensar crítico”. (Búsqueda sin término, pg. 49)
Einstein jugó un papel importante en esta convicción. Él fue una de mis primeras y más destacadas influencias. Me atrajo porque él mismo señalaba puntos de su propia teoría, que, de no cumplirse, la harían falsa. Es decir, que un desacuerdo con esos aspectos haría insostenible su teoría.
“Esta, pensé, era la verdadera actitud científica. (… ) De este modo llegué, hacia el final de 1919, a la conclusión de que la actitud científica era la actitud crítica, que no buscaba verificaciones, sino contrastaciones cruciales; contrastaciones que podían refutar la teoría contrastada, aunque nunca podrían establecerla”. (Ídem, pg. 52)
3. ¿Fueron esas las semillas de tu dedicación al problema de la demarcación?
En efecto, comencé a desarrollar mis ideas sobre la demarcación entre teorías científicas y pseudocientíficas. Porque para mi, el problema no era demarcar la ciencia de la metafísica, como antiguamente, sino de la pseudociencia (marxismo, psicoanálisis…). Mi idea central por aquél entonces era que si alguien propusiera una teoría científica, esta debería responder a la pregunta: ¿qué hechos concebibles admitiría como refutaciones o falsificaciones de la teoría en cuestión? Yo tenía claro que lo que hace que un enunciado sea científico es su poder para descartar o excluir la ocurrencia de algunos eventos posibles. Cuanto más prohíbe una teoría, más nos dice. En cambio, la pseudociencia siempre encuentra la forma de interpretar cualquier evento como una verificación de sus teorías.
“Si pensaba en el futuro, soñaba con fundar un día una escuela, en la que los jóvenes pudiesen aprender sin hastío y en la que fuesen estimulados a plantear problemas y a discutirlos; una escuela en la que no hubiese que escuchar respuestas no deseadas a cuestiones no planteadas; en la que no hubiera que estudiar sólo por aprobar los exámenes”. (Ídem, pg. 54)
4. ¿Qué ocurre con el pensamiento dogmático?
Lo considero como un pensamiento pre-científico; un estadio necesario para alcanzar el pensamiento crítico. Porque el pensamiento crítico ha de tener algo que criticar, y ese algo es el dogmatismo. Un pensamiento dogmático tiene efectos igualmente nefastos en el terreno social, como nos ha demostrado la historia. Pretender estar en poder de la verdad absoluta no conduce más que a la dominación. Por eso la única vía es la crítica.
5. ¿Qué relación hay entre el criterio de demarcación y el problema de la inducción?
Me parecía errónea la teoría de la ciencia imperante desde Francis Bacon. La razón era que los científicos tenían que demarcar sus actividades de la teología y de la metafísica, y habían tomado de Bacon el método inductivo como su criterio de demarcación. La inducción no me parece fiable ni científicamente adecuada. Yo había ideado un criterio mejor de demarcación: la falsabilidad. Gracias a este criterio, se podría reemplazar la metodología inductiva por una deductiva.
6. ¿Cuáles son las implicaciones de la falsabilidad?
“La falsificación o refutación de teorías mediante la falsificación o refutación de sus consecuencias deductivas era claramente una inferencia deductiva. Este punto de vista implicaba que las teorías científicas, si no son falsificadas, permanecen por siempre como hipótesis o conjeturas” (pg. 106). Y esto afecta al progreso científico, modificando su planteamiento. “El progreso consistía en un movimiento hacia teorías que nos dicen más y más –teorías de contenido cada vez mayor. Pero cuanto más nos dice una teoría, tanto más excluye o prohíbe, y mayores son sus posibilidades de falsarla. Así, una teoría con un contenido mayor es una teoría que puede ser más severamente contrastada”.
7. Y ¿qué papel juega el grado de corroboración?
“La idea era resumir, en una breve fórmula, un informe del modo en que una teoría ha superado –o no ha superado- sus contrastaciones, incluyendo una evaluación de la severidad de los contrastes: sólo contarían las contrastaciones emprendidas con sentido crítico –intentos de refutaciones” (pg. 140). Al superar estas “pruebas”, una teoría confirma su valor. Sin embargo, se demuestra sólo el valor actual; el hecho de que una teoría haya superado con éxito un intento de refutación no garantiza en modo alguno que en el futuro lo volverá a hacer. El grado de corroboración no es más que un informe crítico de la cualidad de la realización pasada, no puede usarse para predecir realizaciones futuras (si bien la teoría sí puede ayudarnos a predecir eventos futuros). Sólo se puede hablar de corroboración en un determinado estadio de su discusión crítica.
“Al enfrentarse con la necesidad de actuar, según una teoría u otra, la elección racional ha sido actuar según aquella teoría –si la había- que hasta el presente ha resistido la crítica mejor de lo que lo han hecho sus teorías competitivas” (pg. 140).
“No hay idea mejor de la racionalidad que la de disposición para aceptar la crítica.” (pg. 140)
8. ¿Cuál es la concepción de la ciencia resultante de estas teorías?
La ciencia es un camino continuo hacia la verdad, está en movimiento, no es algo definitivo. Avanza mediante conjeturas y refutaciones, que mantienen entre sí una relación dialéctica. Es decir, el conocimiento científico no avanza confirmando nuevas leyes, sino descartando leyes que contradicen la experiencia. En esto consiste la falsación, que es la clave de mi criterio de demarcación: la capacidad de una proposición de ser refutada o falsada. Racionalmente, sólo podemos justificar la preferencia de una u otra teoría, nunca la verdad de dicha teoría. Por eso, nadie puede alzarse con el control de la verdad. Nunca llegaremos a verdades absolutas, salvo desde las matemáticas. Todo enunciado científico es siempre provisional. Esa concepción clásica del conocimiento como algo absoluto, seguro y demostrable, no es sino un ideal. Un ideal peligroso, ya que creerse en posesión de la verdad conduce al dogmatismo y suele producir consecuencias nefastas en la sociedad, como totalitarismos y dictaduras.
Las concepciones filosóficas y científicas no son más que soluciones provisionales a determinados problemas que surgen en un momento dado. Nunca la solución definitiva. La ciencia, por tanto, es una meta infinita (una “búsqueda sin término”), pero sin embargo, alcanzable, porque siempre podemos progresar, acercarnos a ella.
Fuentes |
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– «Búsqueda sin término». Karl R. Popper. Ed. Tecnos. Madrid 1977. |
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– Imagen portada. imagen de Joe Thorn bajo licencia creative commons. |