¿Se puede aprender a innovar?

¿No es el talento una cualidad heredada? La polémica entre herencia y educación es muy antigua. El siglo XX ha sido el siglo de la genética, que ha culminado con la secuenciación del Genoma Humano. Sin embargo, los científicos han descubierto que la acción de los genes es más compleja de lo que se pensaba. Nadie piensa ahora que pueda haber un gen de la inteligencia, un gen de la criminalidad, un gen del miedo. El material genético se expresa en relación con el entorno.

EC | Madrid | Mayo 2012

Ahora sabemos que el entorno puede cambiar la acción de los genes. El nuevo campo de investigación se llama “control epigenético de un organismo».

«Enriching the Brain», Eric Jensen

De la programación genética, según la cual todo está determinado por los genes, hemos pasado a la construcción epigenética. De pensar únicamente en el código genético, hemos empezado a estudiar el código epigenético.  La herencia genética es un conjunto de posibilidades, que se van concretando en un proceso de ajustes e interacciones con el ambiente. La clonada oveja Dolly desarrolló obesidad y diabetes, aunque su madre no las padecía. El cerebro humano produce actividad y la actividad humana produce cultura, que a su vez influye sobre el cerebro. La conducta y la cultura pueden seleccionar variantes genéticas y dirigir así la evolución. Contamos con un ejemplo muy llamativo. Los humanos adultos no estamos preparados para digerir la lactosa y, sin embargo, tomamos leche. ¿Cómo hemos adquirido esta capacidad? La conducta de pastoreo puso a disposición de los humanos una rica fuente nutritiva y esto acabó por aprovechar-inducir una mutación genética desde hace más de 7.000 años, que nos permite digerir productos lácteos. Según el genetista británico Yuval Itan, eso sucedió hace unos 7.500 años, en la zona de los Balcanes.

Otro ejemplo es la coevolución del cerebro y del lenguaje, señalada por Torrance Deacon. Los humanos fueron inventando poco a poco el lenguaje, su utilidad seleccionó aquellas variantes cerebrales que hacían posible su aprendizaje, y ahora el lenguaje resideña el cerebro de cada niño. Alva Noë, en su libro «Out of our head. Why you are not your brain, and other lessons from the biology of consciousness«, (2009), pone de manifiesto que gran parte de lo que consideramos nuestra inteligencia está fuera de nosotros. No existe una inteligencia aislada. Fuera de la cultura –criado en soledad, como los niños lobos- no hay cerebro humano. Somos híbridos de biología y cultura.

Esto tiene una gran importancia para nuestro tema de investigación. El talento está al final de la educación, no al principio. Antes de la educación sólo hay biología. La riqueza del entorno influye decisivamente en la configuración de la inteligencia individual, por eso, tenemos que estudiar los entornos creativos si queremos comprender y educar la creatividad.

Hay que admitir al menos cuatro niveles de herencia: genética, epigenética, conductual y simbólica (“Evolution in four dimensions: genetic, epigenetic, behavioral and symbolic variation in the history of The life”. Eva Jablonka y Marion J. Lamb, 2005)

No todo es herencia, pero tampoco es todo cultura.

Steven Pinker es un famoso psicólogo americano, que ha criticado la idea de que la mente humana sea una “página en blanco” sobre la que se pueda escribir cualquier cosa. Hay tres factores innatos: el sexo, la inteligencia general y el temperamento, es decir, las pautas de respuesta afectiva que tiene el bebé (expresivo o inhibido, seguro o vulnerable, activo o pasivo, etc.). Sobre la inteligencia, escribe en su obra «La tabla rasa«: “Existen hoy pruebas abundantes de que la inteligencia es una propiedad estable del individuo, que se puede vincular a características del cerebro incluidos el tamaño general, la cantidad de materia gris de los lóbulos frontales, la velocidad de la conducción neural o el metabolismo de la glucosa cerebral, que son en parte hereditarios”. Existe, por ejemplo, un gen que procura la producción de neuronas. Su ausencia produce la microcefalia, una disminución trágica del cerebro. Un equipo del MIT dirigido por Susumu Tonegawa y Eric Kandel, premios Nobel, ha identificado un gen específico individual que activa la formación del recuerdo. Este descubrimiento puede explicar por qué algunas personas tienen mejor memoria que otras, ya que está en parte controlada por los genes.

Nuestra hipótesis de trabajo es que la genética abre un campo de posibilidades que la educación se encarga de definir.

Las puntuaciones de las pruebas de coeficiente intelectual –explica  Stephen Ceci, de la Universidad de Cornell- pueden cambiar de forma espectacular como consecuencia de cambios en el entorno familiar (Clarke), histórico (Flynn), en los estilos de vida (Baumrid) y, muy especialmente, el nivel de escolarización).

K. Anders Ericsson  es un psicólogo sueco que ha estudiado el papel del entrenamiento en la generación de talento. Un artículo publicado en la Harvard Business School, titulado «The Making of an Expert», afirma que son necesarias 10.000 horas de entrenamiento para alcanzar la maestría en algo. Malcolm Gladwell ha popularizado estas ideas en libros de gran éxito, como «Fuera de Serie«. Sin embargo, las horas de entrenamiento no bastan. Hace falta un buen entrenador.

¿Cómo surgen las ideas?

¿De dónde provienen las buenas ideas? ¿Qué tipo de entornos las producen? ¿Cómo generamos las ideas innovadoras que provocan los avances en nuestras vidas, nuestra sociedad, nuestra cultura? Steven Johnson responde a estas preguntas en su libro “Las buenas ideas”. Serendipias, errores, corazonadas… Lo que el autor encuentra nos permite conocer las raíces de la innovación y nos proporciona un conjunto de estrategias útiles para cultivar nuestra propia creatividad.

EC | Madrid | Mayo 2012

¿Somos todos genios? Entrevistamos a un libro de David Shenk

Los antiguos decían que leer es conversar con el autor. Nosotros nos lo tomamos en serio y en esta sección vamos a entrevistar a un libro que nos parece interesante para nuestro proyecto: «El genio que todos llevamos dentro», de  David Shenk.

EC | Madrid | Mayo 2012

Pregunta. Cuéntanos, ¿en qué consiste la idea principal de este libro?

Respuesta. Defiendo que el genio, el talento y la superioridad intelectual son procesos, no factores estáticos, por lo que pueden adquirirse y desarrollarse. No están determinados genéticamente. La clave está en saber gestionar la herencia recibida en función de nuestra interacción con el entorno. Creo que el entrenamiento y la dedicación, unidos a la plasticidad cerebral, permiten potenciar cualquier capacidad humana.

P. Pero suele pensarse que los genes tienen un peso enorme…

R. Esta creencia está muy extendida. La mayoría de nosotros tenemos conciencia del poder de los genes. Parece que, en última instancia, todo depende de ellos. Sin embargo, esto no es exacto. Las últimas investigaciones están demostrando que el entorno tiene una enorme influencia, más de la que nos imaginamos. Esto da lugar a un nuevo paradigma, mucho más dinámico.

P. Háblanos un poco más sobre los genes.

R. Gracias a los hallazgos de la epigenética, sabemos que los genes pueden expresarse o no; como si tuviesen un interruptor que los activa y desactiva. Ese “interruptor” es una respuesta del organismo a los estímulos ambientales: hábitos de vida, alimentación, etc. Los genes se encargan de la producción de proteínas, dirigen su proceso de elaboración. Pero en estas instrucciones genéticas intervienen otros factores como la nutrición, los impulsos nerviosos y otros genes, que activan y desactivan constantemente los genes. Por eso se está reivindicando la gran influencia del entorno. No estamos absolutamente determinados por los genes.

 P. ¿Cómo influye esto en las personas a nivel individual?

R. El nuevo modelo, que podríamos llamar GxE (genes multiplicados por entorno), implica que somos sistemas dinámicos, no estáticos, y que estamos en constante www. Esto no significa que tengamos un control absoluto sobre nuestras propias habilidades, ni tampoco quiero decir que el ser humano es una tábula rasa. Lo que pretendo es superar la simplista noción de “talento” y la absurda oposición “naturaleza/cultura”. En su lugar, hay que tener en cuenta una gran cantidad de influencias, muchas de las cuales están fuera de nuestro control, y otras sobre las que quizá podamos influir.

P. A la luz de este nuevo paradigma, ¿cómo defines la inteligencia?

R. Como ya he dicho, la inteligencia no es una aptitud innata; no nacemos con una cantidad determinada de inteligencia, sino que podemos ampliarla y mejorarla. Tampoco es algo unitario, más bien se trata de una colección de habilidades que podemos desarrollar. Yo diría que es un proceso dinámico, difuso y continuo. Hago la siguiente analogía: algunos piensan que medir la inteligencia es como medir una mesa, pero se parece más a medir el peso de un niño de cinco años. La cifra que obtengamos sólo será válida en ese momento. ¿Cuánto pesará ese niño mañana? Eso dependerá, en gran parte, de él, y también de todos nosotros.

P. Entonces, ¿qué ocurre con los genios?

R. Este es un tema curioso, siempre ha habido genios, niños prodigio, atletas espectaculares… Hay personas tan excepcionales que nos hacen ver lo normales y corrientes que somos nosotros. Pensamos “¿cómo es que ellos pueden hacer eso? Deben ser personas especiales, han recibido un don. Ellos lo tienen; yo no”. Pero yo no creo que los genios surjan de la nada, o que obtengan sus talentos por una especie de gracia divina. Sucede lo mismo que con la inteligencia: son el resultado de la acumulación de habilidades, que se van desarrollando y entrenando. “Algunos individuos nacen con más ventajas para ciertas tareas, pero nadie está genéticamente destinado a la grandeza, ni limitado para alcanzarla.” Como dijo Anders Ericsson, “El talento no es la causa, sino el resultado de algo”.

P. ¿Por qué creemos en la existencia de dones innatos excepcionales?

R. Porque el proceso de desarrollo del talento es muy lento y difícil de detectar desde el exterior. No se aprecia a simple vista, pero claro, que no se vea una cosa no quiere decir que no exista. Ericsson descubrió que la mayoría de las grandes estrellas, ya sean del baloncesto, del ajedrez o de la música, tienen algo en común: un estilo muy particular de preparación que denominó “práctica deliberada”, coherente y persistente, un deseo insaciable de ir más allá. Es una mentalidad especial, siempre insatisfecha con el nivel actual, continuamente autocrítica. Por otro lado, se requiere una enorme cantidad de tiempo. Se ha hablado de diez mil horas, a partir de las cuales se alcanzaría el dominio de una habilidad.

P. Vaya, parece que acabas de revelar el misterio del talento…

R. Eso parece, sí. Estoy convencido de que cualquier persona sana y funcional puede desarrollar algún tipo de talento. Ser sensacional en algo requiere una combinación de recursos, mentalidad, estrategias, persistencia y tiempo; y estos elementos están al alcance de cualquiera, ¿no? El verdadero don está dentro de cada ser humano: la plasticidad cerebral y la interacción dinámica GxE.

Referencia

Web del Autor

 Resumen del libro en ME

P. ¿Esto podría extenderse al conjunto de la sociedad?

R. Desde luego, yo abogo por una cultura de la excelencia. A mi parecer, la humanidad es una empresa social y competitiva, en la que aprendemos los unos de los otros, nos comparamos y competimos por el afecto, el éxito y los recursos. Mi fórmula sería: “rivalidad saludable, expectativas elevadas, respeto y compasión para todos. Lo que hay de genial en cada uno de nosotros es que podemos crecer todos juntos”.

P. Para terminar, ¿cuál es el genio que hay dentro de nosotros?

R. El genio que hay en cada uno de nosotros es nuestra capacidad para mejorarnos y para mejorar nuestro mundo. Heredamos un ecosistema, pero también la capacidad de modificarlo. Todo nos moldea y todo es moldeable, así que, no está todo decidido. Somos mejorables. En mis páginas podéis encontrar consejos para llegar a destacar.

Steve Jobs y Manuel Jalón: Dos hombres y un destino

Al hacer una búsqueda en Google con el nombre de Steve Jobs, el número de resultados que aparece en el buscador sobrepasa el billón y medio. Si el nombre introducido es el de Manuel Jalón, inventor de la fregona, los resultados apenas sobrepasan el medio millar. Los dos fueron personas innovadoras en su campo, creadores, inventores a los que se les ocurrieron muchas ideas y consiguieron llevarlas a cabo. Los dos fallecieron durante el año 2011, y hemos querido recordarlos a ambos aunque el eco de su muerte – y de su vida – haya sido muy desigual.

Sobre Steve Jobs se han vertido océanos de tinta. Como la mayoría de la gente sabe, fue un informático y empresario, creador -junto con Steve Worziak – del primer ordenador personal y co-fundador de Apple Computers, una de las empresas más valiosas del mundo. Dedicó su vida a innovar, a crear nuevos productos y modelos de negocio, consiguiendo revolucionar varios sectores de la industria tecnológica y del entretenimiento. Incluso cuando se leen críticas sobre su faceta personal – casi nunca sobre la profesional – , su nombre va acompañado de adjetivos como sabio, genio, visionario, gurú…

Lo que se dice de Manuel Jalón es mucho más modesto, como lo fue, probablemente,  su vida. Este ingeniero aeronáutico riojano fue conocido por inventar, junto con Emilio Bellvis,  en un taller propiedad de su familia, la fregona tal y como la utilizamos en la actualidad. Consiguió que la aburrida y dura tarea de fregar el suelo, fuera, al menos,  un poco más digna al permitir que se hiciera más lejos del suelo. Además, mejoró  la jeringuilla hipodérmica al utilizar el plástico y la convirtió en desechable, lo que ayudó a disminuir muy notablemente la trasmisión de enfermedades mortales.

Ambos ocuparon su vida en inventar cosas que no existían, en innovar, en mejorar lo que ya existía para que todos pudiéramos aprovecharnos de los resultados. Las invenciones de uno están llenas de glamour y «magia», las del otro son humildes y cotidianas; pero nosotros  no  queremos juzgar qué invento es mejor o más útil para la humanidad. Lo que nos interesa es descubrir de dónde vienen la ideas, cómo surgen y se desarrollan en la cabeza de alguien, qué características especiales tienen esas personas – si es que tienen alguna- para tener ideas que a los demás no se nos ocurren y cómo hacen para llevarlas hasta al final, convirtiendo en visible algo que era invisible.