Aprendizaje cooperativo

El aprendizaje cooperativo es un concepto diferente de enseñanza y aprendizaje. Está basado en la interacción de los alumnos. Se trata de un concepto del aprendizaje no competitivo ni individualista como lo es método tradicional, sino un mecanismo colaborador que pretende desarrollar hábitos de trabajo en equipo, la solidaridad entre compañeros y que los alumnos intervengan autónomamente en su proceso de aprendizaje.

EC | Madrid | Junio 2012

El enfoque cooperativo pretende superar la tradicional estructura individual y competitiva. Los alumnos tienen mucho que aprender unos de otros si aprenden a colaborar y a compartir sus conocimientos para progresar juntos.

El primero en hablar de aprendizaje cooperativo fue el pedagogo francés Célestin Freinet (1896-1966), un auténtico revolucionario de la educación cuyo sueño era fundar una “Escuela Nueva”: moderna, cooperativa y laica. El de cooperación es uno de los principios en que se basaba su proyecto. En el aula debería reinar un ambiente que facilite la relación maestro–alumno. La cooperación ha de darse entre alumnos, alumnos–maestros y entre maestros; esta última con el objetivo de compartir experiencias y dialogar, poniendo en común los problemas y las posibles soluciones, a fin de mejorar las condiciones de la escuela. De este modo, la organización del aula debe contemplar la participación de los alumnos en la construcción de sus conocimientos (lo que hoy en día conocemos como aprendizaje activo o significativo). La construcción práctica de ese ambiente educativo se realiza por medio de técnicas que se caracterizan por potenciar el trabajo de clase sobre la base de la libre expresión de los niños en un marco de cooperación.

La comunidad y la escuela

A lo largo de los años la escuela se ha ido desvinculando de la familia, de la comunidad, de las organizaciones sociales, de los servicios de salud y de otros servicios de proximidad y ha ido perdiendo la gran riqueza que procedía de la producción comunitaria de la educación. (Joaquín García Roca, 1998)

Actualmente, la educación se identifica exclusivamente con “sistema escolar”, pero en verdad la educación desborda el marco escolar y tiene que buscar vínculos con la calle, la familia, la comunidad… La escuela debe redefinir sus confines, porque no es un compartimento estanco y aislado del exterior. La educación no se acaba en la escuela; esta es un medio más, entre otros, para la educación de los miembros de una comunidad. No podemos separar la enseñanza académica de la educación; pretender que la escuela se encargue de la instrucción y se despreocupe de la educación, dejándola en manos de la familia. La escuela debe instruir y educar, colaborando con los padres y otros agentes educativos.

La escuela es un espacio donde convergen y conviven, con diferentes roles, los alumnos y sus familiares, los profesores y el personal de administración y servicios; cada uno ejerciendo las funciones que le son propias. Todas estas personas configuran una red social, puesto que entre ellos se teje una amplia gama de interacciones que pueden facilitar o entorpecer su convivencia y objetivos.

El centro escolar es una comunidad que forma parte de otra comunidad más amplia: de un pueblo, de un barrio o una ciudad. Por eso, la escuela es DE la comunidad y PARA la comunidad.

Vivimos en una sociedad cada vez más urbana, compleja y despersonalizada. Sin embargo, los procesos educativos tienen que involucrar a todos los agentes sociales.

Debemos promover la convicción de que todos navegamos en el mismo barco, y nos salvamos o hundimos conjuntamente; sentirnos miembros activos de la comunidad y tener metas comunes que beneficien a todos.

 

Escuelas para todos

El aprendizaje cooperativo cobra toda su importancia en el seno de la educación inclusiva. La inclusión es más que un método; es una forma de vivir relacionada con los valores de la convivencia y la aceptación de las diferencias, la tolerancia y la cooperación. La educación no debería ser un instrumento homogeneizador, ya que en la diversidad se dan las mejores oportunidades para aprender.

Una escuela para todos debe responder a las necesidades específicas de sus integrantes. Para ello es fundamental promover el autoaprendizaje, ya que cuantos más alumnos autónomos haya en un aula, más posibilidades tendrán los docentes de ayudar a los que son menos autónomos. Aquí es donde entra en juego el aprendizaje cooperativo.

No se trata de saber más que los demás, sino de saber todo cuanto se pueda y poner lo que se sabe junto a lo que saben los demás para poder alcanzar metas comunes y transformar la sociedad. Debemos formar ciudadanos competentes, pero no competitivos, sino cooperativos. Ciudadanos libres, críticos y responsables. Para ello los alumnos deben ser personas autónomas y críticas, no sólo competentes y hábiles.

Aprender a interactuar con otros de forma cooperativa es un aprendizaje igual de importante que los contenidos académicos.

La cooperación debe estar por encima de la competición. La escuela ha de involucrar a sus miembros para que compartan y cooperen con los demás, no sólo para que trabajen individualmente. Para alcanzar la excelencia no es preciso triunfar sobre los demás.

Se trata de pasar de una estructura individual y competitiva a un modelo de aprendizaje cooperativo. Los alumnos no sólo aprenden porque el profesor enseña, sino porque cooperan entre sí enseñándose unos a otros. El aprendizaje cooperativo se apoya en dos principios:

  1. el aprendizaje requiere la participación directa y activa de los estudiantes. Nadie puede aprender por otro, aunque sí estimularle y ayudarle a hacerlo.
  2. la cooperación y la ayuda mutua permiten ampliar el aprendizaje: aprender más cosas y aprenderlas mejor.

Los objetivos perseguidos por los alumnos han de estar vinculados entre sí. Los miembros de un mismo equipo se tienen que ayudar para superarse a sí mismos, tanto a nivel individual como de grupo. Para conseguirlo, todos deben progresar en el aprendizaje, cada uno al nivel que pueda. Y, de la misma manera, tiene que progresar el grupo de clase, logrando que todos avancen.

El trabajo cooperativo no anula la responsabilidad, el trabajo individual ni el compromiso personal; se sustituye el trabajo solitario por el trabajo personal dentro de equipos. En ellos se dan relaciones constructivas entre alumnos diferentes y se fomenta la ayuda mutua. Esto no significa que haya que trabajar siempre en grupo, durante todo el rato, ni en el mismo grupo, ni en todas las materias.

Crear equipos

Un equipo cooperativo es algo más que un conjunto de individuos que hacen algo juntos, ya sea aprender, trabajar o jugar al fútbol. Si el profesor se limita a decir a unos cuantos alumnos que hagan algo en grupo, es muy difícil que logren hacerlo. Trabajar en grupo no es sencillo ni puede improvisarse. Los alumnos tienen que aprender a hacerlo: tienen que conocerse (la duración de los grupos debe ser, al menos, de un trimestre) y aprender a organizarse como equipo. En todo equipo debe haber:

  • diversidad
  • interdependencia positiva
  • interacción estimulante
  • igualdad de oportunidades
  • responsabilidad individual
  • habilidades de equipo
  • revisión de los resultado
  • objetivos para mejorar

Claves para el buen funcionamiento de los grupos:

  • que los miembros se conozcan y confíen unos en otros
  • que se comuniquen entre sí con precisión y claridad
  • que se acepten, se apoyen y se animen mutuamente
  • que resuelvan los posibles conflictos de manera constructiva.

El trabajo en equipo no se puede improvisar ni introducir de golpe. Los chicos deben ir reflexionando y descubriendo poco a poco la importancia de trabajar en equipo, tener experiencias positivas y entender que aprenden más y disfrutan más aprendiendo juntos. Los grupos de aprendizaje se pueden organizar de varias formas: equipos de base (heterogéneos, de larga duración, de 4 a 6 miembros), esporádicos (para alguna actividad breve y concreta, por parejas o tríos) y grupos de expertos (un alumno de cada grupo base aprende sobre un determinado contenido y luego lo explica al resto).

Thomas Lickona propone una clasificación más específica:

  • Compañeros de aprendizaje: grupos de dos alumnos.
  • Grupos aleatorios de tres o más alumnos.
  • Equipo de alumnos: grupos de cuatro alumnos según sus distintas capacidades y otras características personales.
  • Aprendizaje facilitado: se dividen los temas que se van a estudiar en diferentes aspectos y se asigna cada uno de ellos a un grupo que se convierte en “experto” en ese tema.
  • Proyectos de grupos pequeños: varios alumnos trabajan juntos en un mismo tema, destacando la resolución de problemas en equipo, la creatividad y la investigación.
  • Competición de equipos: si tiene lugar en una clase en la que hay un fuerte sentido de la comunidad, la competición puede ser motivadora y divertida.
  • Proyectos de toda la clase: pueden desarrollar un fuerte sentido de la cooperación en todo el grupo.

Estudios sobre las ventajas del aprendizaje cooperativo, como el de Johnson y Johnson (1997), indican que el rendimiento de los alumnos es superior y el nivel de razonamiento más elevado en entornos cooperativos que en estructuras de aprendizaje individualistas o competitivas. También estimula el pensamiento crítico, aumenta el número y calidad de las ideas, fomenta la autoestima y proporciona una mayor amplitud de miras al estar en contacto con puntos de vista diferentes. Para Lickona, el aprendizaje cooperativo beneficia a los alumnos en varios aspectos:

  • Transmitiendo el valor de cooperar
  • Formando una comunidad en la clase
  • Enseñando habilidades vitales básicas
  • Mejorando el logro académico, la autoestima y la actitud hacia el colegio
  • Ofreciendo una alternativa a las evaluaciones
  • Reduciendo los aspectos negativos de la competitividad.
Fuentes
Educación del carácter. Cómo nuestros colegios pueden enseñar respeto y responsabilidad. Thomas Lickona. Bantam Books, 1991.
Aprender juntos alumnos diferentes. Los equipos de aprendizaje cooperativo en el aula. Pere Pujolàs. Eumo editorial, Barcelona 2004.

Aprender en comunidad

En la escuela ideal, el ambiente de las clases, las experiencias de enseñanza, los recursos, procedimientos y condiciones practicas, se organizan de forma que los alumnos no sólo tengan ocasión de satisfacer sus necesidades educativas, sino tambien la motivación necesaria. Esto requiere el apoyo de las familias y del resto de miembros e instituciones de la comunidad. la escuela debería ser un sitio al que alumnos, docentes y demás trabajadores quieran ir.

EC | Madrid | Junio 2012

Las comunidades de aprendizaje constituyen una interesante propuesta educativa que tiene en cuenta e incluye a todos sus miembros. Esta iniciativa está funcionando en centros escolares del País Vasco, Aragón y Cataluña.

Esta alternativa educativa parte de las condiciones de vida actuales: rápidos cambios sociales, reformas educativas constantes, fracaso escolar, diversidad cultural, riesgo de exclusión… De estas circunstancias nace un proyecto para construir una escuela que posibilite a todos los niños los aprendizajes necesarios para no quedar socialmente excluidos de la sociedad de la información.

Una comunidad de aprendizaje es un proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno, para conseguir una sociedad de la información para todas las personas, basada en el aprendizaje diálogico, mediante la educación participativa de la comunidad que se concreta en todos sus espacios incluida el aula. (Valls, 2000)

El mundo cambia constantemente; dimos el salto a la sociedad posindustrial y, de esta, a una sociedad de la información cuyo mayor recurso es el capital humano. Las dinámicas escolares, las metodologías y la pedagogía tienen que adaptarse a las nuevas necesidades que configuran la realidad. Habría que preguntarse ¿está respondiendo la escuela a las necesidades que demanda la sociedad de la información? Los cambios producidos suponen la aparición de nuevas competencias: iniciativa, cooperación, trabajo en grupo, formación mutua, evaluación de la información, planificación, capacidad de aprendizaje y actitudes multiculturales. Por ejemplo, ya no necesitamos acumular información, porque la tenemos disponible las 24 horas en Internet. Lo que se necesita es saber seleccionar, procesar y analizar esa información. Habilidades como el procesamiento de la información, la autonomía, la polivalencia o la flexibilidad son imprescindibles en todos los contextos sociales. Sin embargo, pocas de estas competencias se enseñan realmente en las escuelas. Es primordial modificar, no sólo el contenido educativo, sino las formas de adquirirlo.

¿Qué se necesita para producir el cambio?

Para conseguir el acceso al conocimiento para todos, los centros escolares necesitan de la participación de toda la comunidad, de la flexibilidad en su organización y del optimismo pedagógico.

Si el objetivo es lograr una transformación, se requiere una educación que fomente la participación igualitaria de todos los niños y de sus familiares, configurando personas críticas e involucradas con las mejoras que precisa la sociedad. Niñas, niños y sus familias entran a formar parte implicada de la escuela, mientras que ésta, del mismo modo, pasa a integrarse en sus vidas, cambiando y mejorando sus expectativas, sus posibilidades y su futuro. La clave está en potenciar una interrelación entre prácticas educativas de éxito, reflexión e investigación teórica y la participación en movimientos sociales igualitarios. Se debe aplicar la interdisciplinariedad, es decir, unir práctica docente y transformación social.

A nivel pedagógico, las comunidades de aprendizaje se basan en el aprendizaje dialógico. Esta concepción tiene presente el conjunto de los actores y el proceso de enseñanza, y se apoya, no tanto en los significados interiorizados individualmente, como en la posibilidad de compartirlos. El aprendizaje dialógico enfatiza las múltiples interacciones humanas, ya que es por medio de ellas como se crean significados y se aprende. Este enfoque supone una recuperación de Vigotsky:

«El aprendizaje activa una serie de procesos internos de desarrollo que son capaces de operar sólo cuando el niño está interactuando con personas de su entorno y en cooperación con sus compañeros». (Vigotsky, 1979).

Un enfoque basado en la creación de significados mediante el aprendizaje dialógico tiene presentes las vertientes pedagógicas, psicológicas, sociológicas y epistemológicas. Por ejemplo, el papel de la familia como agente educativo cobra una dimensión diferente y central; se integra en el conjunto del proceso educativo al servicio de la comunidad.

Esta organización del aprendizaje permite que toda la comunidad se forme en las nuevas demandas de la sociedad. La escuela se convierte en un proyecto en el que toda la comunidad aprende y aporta conocimiento. En las comunidades de aprendizaje, alumnado, familiares, profesorado y otros educadores de la comunidad, se enriquecen mutuamente en un intercambio de experiencias y conocimientos gracias al diálogo igualitario. Participan e intervienen en el aula todos los agentes que pueden mejorar un aprendizaje determinado. El espacio del aula se convierte en un espacio para todas las persona que pueden enseñar y aprender, ya sean madres, padres, voluntarios y, claro está, los profesores.

Las escuelas no son islas, por tanto, el cambio influye en y es influenciado por el entorno. Además, implica un cambio de mentalidad del profesorado, las familias y los alumnos; y de sus hábitos de comportamiento, asumiendo cada uno de ellos un papel mucho más participativo.

La importancia del entorno

Como estamos viendo, el contexto en que se desarrolla el aprendizaje es un factor esencial. Las comunidades de aprendizaje son proyectos del entorno. La transformación que se propone afecta a toda la comunidad (por eso, toda ella debe implicarse en el proyecto). El aprendizaje, en la sociedad actual, depende de la correlación entre lo que ocurre en el aula, en el domicilio, en la calle, la influencia de los medios de comunicación, etc. De modo que el entorno es un agente educativo más; desaparecen las fronteras entre el centro y el exterior. Todo puede hacerse dentro y fuera de la escuela, lo importante es que exista una orientación común, un proyecto global de educación. Esto es, la acción coordinada de todos los agentes educativos de un entono determinado.

Estamos ante un continuo proceso de investigación; se aprende creando. El entorno, dado que condiciona la vida de la comunidad, se debe conocer a la perfección para poder superar y transformar sus condiciones negativas. Es lo que se denomina pedagogía crítica.

En palabras de Vigotsky: un aprendizaje que cambia en su relación con el entorno, y cambia también el entorno.

Las comunidades de aprendizaje se plantean como una respuesta educativa igualitaria para conseguir una sociedad de la información para todos. Se parte del derecho que tienen todos los niños a la mejor educación y se apuesta por sus capacidades contando con toda la comunidad educativa para alcanzar ese objetivo.

Una experiencia

La iniciativa de las comunidades de aprendizaje no es nueva. El Colegio OC (Open Calssroom; Clase Abierta) de Salt Lake City, Utah, lleva funcionando desde 1979. Se trata de un colegio público de Primaria que se transformó en una comunidad de aprendizaje. Es un requisito de admisión que los padres dediquen 3 horas semanales, al menos, a enseñar en el aula. De esta manera, se aprovecha el conocimiento de los adultos para promover el aprendizaje de los niños. Funciona como una comunidad de personas que aprenden (community of learners). Muchos de los principios en los que se basa el programa educativo del Colegio OC han resultado ser los mismos que se están aplicando en los últimos años en muchos distritos escolares de EEUU (y en la mayoría de países, incluido el nuestro): aprendizaje cooperativo, currículo integrado, aprendizaje significativo, evaluación en el contexto de la enseñanza, etc.

A simple vista puede parecer que en este centro impera el caos: los niños no están sentados en sus pupitres, la profesora no está junto a la pizarra, hay niños leyendo en el suelo, otros haciendo una actividad; puede haber varios adultos, no se sabe claramente quién es el profesor… Es la actividad de los alumnos la que da forma a la estructura de la clase. Los alumnos enseguida se implican en las actividades de aprendizaje, algunas obligatorias y otras a elegir, por lo que la aparente falta de estructura se convierte en una clase que funciona con unas rutinas diarias distintas de las habituales, pero no inexistentes. El día comienza formando un círculo donde se planifican las actividades, se comparten las experiencias de cada grupo o de cada niño, se lee en alto para toda la clase, se realizan actividades de grupo, proyectos… La idea clave es que todos (adultos y niños, padres y profesores) participan en el aprendizaje y que es la actividad la que crea una estructura.

La programación es muy amplia, compleja y adaptada a los intereses de cada alumno. El aprendizaje es autónomo, aunque supervisado por los profesores. Se potencia la capacidad de comunicación y de investigación. Las relaciones son más flexibles y la idea de “comunidad”, básica. Estos alumnos realizan los exámenes de distrito con resultados similares a la media, a pesar de no estar habituados a este tipo de evaluación, y al pasar a Secundaria, cambiando de centro, demuestran conocimientos, habilidades sociales y madurez superiores a la media.

Fuentes
Comunidades de Aprendizaje. Transformar la educación. Carmen Elboj Saso, Ignasi Puigdellívol Aguadé, Marta Soler Gallart y Rosa Valls Carol. Editorial Grao, Barcelona 2006.
Aprendiendo juntos. Niños y adultos en una comunidad escolar. Bárbara Rogoff, Carolyn Goodman Turkanis y Leslee Bertlett. Oxford University Press, 2001.

La quinta disciplina en la escuela

Una “escuela que aprende” no es tanto un lugar separado como un lugar de encuentro para el aprendizaje, dedicado a la idea de que todos los que están implicados en él, individual y conjuntamente, estarán continuamente mejorando y expandiendo su concienciación y capacidades.

Debemos plantearnos la siguiente cuestión: ¿qué sucedería si la escuela fuese tratada como un sistema vivo y no como una máquina?, se pregunta Peter Senge. Los sistemas vivos crecen, evolucionan, forman nuevas relaciones. Si estudiamos a los sujetos como si estuviesen vivos, el aprendizaje estaría centrado en el que aprende, y no en el profesor: se apoyaría la variedad, no la homogeneidad; se entendería el mundo de la interdependencia y el cambio, no se trataría de memorizar los hechos y luchar por dar las respuestas correctas. Si se trata a las escuelas como sistemas vivos, se explorarían continuamente las teorías en uso de todos los implicados en el proceso educativo; y se reintegraría la educación dentro de las redes de relaciones sociales que unen familias, amigos y comunidades. Se trata de hacer del ambiente escolar un lugar de aprendizaje para todos los implicados. El colegio debe hacer de la vida de los chicos, y no de la clase, el centro del aprendizaje.

¿Qué sucedería si la escuela fuese tratada como un sistema vivo y no como una máquina?

En cualquier esfuerzo que hagamos para fomentar las “escuelas que aprenden”, los cambios marcarán la diferencia solamente si tienen lugar en tres niveles, los de la clase, la escuela y la comunidad.

El primer nivel, el de la clase que aprende, tiene tres componentes: los profesores, los estudiantes, y los padres. Cada escuela debe tener, en primer lugar, como parte de su propósito, la promoción y desarrollo, el cuidado y la seguridad-un reconocimiento de la importancia-de sus profesores. En segundo lugar, los profesores deben actuar como administradores de sus estudiantes, fomentando sus relaciones entre ellos y con la base del conocimiento. La administración significa comprometerse con toda la comunidad de aprendizaje de la escuela, no solamente con su clase y sus estudiantes. En tercer lugar, los profesores deben ser aprendices continuos y de por vida, tanto en relación con los conocimientos de su asignatura, como con el arte de la enseñanza, evolucionando a lo largo de sus vidas. Los estudiantes no deben ser pasivos receptores de conocimiento, sino co-creadores del conocimiento y partícipes de la evolución de la escuela. Los padres y los profesores se necesitan entre ellos para establecer clases y escuelas que aprenden.

El segundo nivel es el de la escuela que aprende. Las clases requieren una infraestructura que las sostenga. Las escuelas y los sistemas escolares son organizaciones formales, con una estructura jerárquica y un conjunto de constituyentes clave. La escuela también es un sistema social (una fuente de amistad y estatus social para la mayoría de los estudiantes que forman parte de ella), un lugar donde los estudiantes deben ir durante determinadas horas, una fuente de desarrollo constante y entrenamiento para su plantilla, y en muchos sitios un lugar de trabajo sindicalizado, lo que otorga diferentes niveles de complejidad.

El tercer nivel es el de la comunidad que aprende. La comunidad es un ecosistema de aprendizaje donde el colegio o universidad opera. La clase únicamente proporciona a los chicos una pequeña parte de lo que aprende durante la semana. El resto viene de una variedad muy amplia de actividades e intereses, desde la influencia de los medios de comunicación a la relación con los amigos y compañeros. Una comunidad operativa efectiva (o clase o escuela) es aquella en la que la gente reconoce las redes de influencia invisible, buscan fortalecerlas, y se sienten responsables de todos los conectados a ella.

En cualquier esfuerzo que hagamos para fomentar las “escuelas que aprenden”, los cambios marcarán la diferencia solamente si tienen lugar en tres niveles, los de la clase, la escuela y la comunidad.

Debemos poner en marcha un ciclo de aprendizaje profundo. El aprendizaje tiene lugar cuando nuevas aptitudes y capacidades, nueva conciencia y sensibilidad, y nuevas actitudes y creencias se refuerzan las unas a las otras. Los cambios en el círculo de aprendizaje profundo pueden ser profundos e incluso irreversibles, pero son difíciles de iniciar.La manera de hacerlo es a través de la práctica de cinco disciplinas, que nos ayudan a activarlo. Las cinco disciplinas, descritas por Peter Senge en el libro del mismo título, son las del dominio personal, los modelos mentales, la visión compartida, el aprendizaje en equipo, y el pensamiento sistémico, disciplina esta última que integra al resto y sirve de piedra angular (para profundizar en ellas, se puede acudir al artículo sobre Peter Senge en la sección Observatorio)

Nelda Cambron-McCabe y Janis Dutton proponen una “pedagogía para las cinco disciplinas”, que deberíamos empezar a aplicar en clase si queremos que ésta se convierta en una “clase que aprende”. Tradicionalmente, se ha seguido un modelo de pedagogía de la transmisión, donde los expertos le dicen a los estudiantes lo que deben saber. También tenemos otro tipo de pedagogía, la pedagogía generativa, que se construye sobre la creencia de que el aprendizaje tiene tanto que ver con el contenido como con el proceso, y que los estudiantes que más activamente se implican en el proceso retienen más y tienen una comprensión más profunda del contenido. Un tercer tipo de pedagogía, la pedagogía transformativa, es la que nos puede servir de base para la aplicación de las cinco disciplinas. Esta pedagogía tiene en común con la generativa el compromiso del aprendiz activo, pero lo extiende de la clase al mundo. Cuando un individuo accede al ciclo de aprendizaje profundo, esto le proporciona medios para pensar críticamente sobre el mundo, por lo que el aprendizaje es un proceso de transformación social y no sólo personal.

¿Y cómo podemos aplicar las cinco disciplinas en la escuela? Pongamos un ejemplo concreto. Tim Lucas propone reunir a un grupo de gente, entre 80 y 200 personas, para una sesión reflexiva, como una buena práctica para aplicar la disciplina de la visión compartida en la escuela. El propósito sería reconsiderar la visión de la escuela, escuchar informes sobre los esfuerzos piloto del año, y añadir nuevas metas y traer nuevos problemas a la superficie. El encuentro estaría dividido en una sesión sobre la realidad actual (¿qué está pasando ahora con el sistema escolar?), una sesión sobre la visión (¿qué queremos crear aquí?), y una sesión sobre las estrategias prioritarias (¿en qué elegimos poner nuestra atención?).

Las “escuela que aprende” requiere de una comunidad que fomente el aprendizaje alrededor de ella. Una comunidad de aprendizaje comparte un compromiso mutuo con sus escuelas. La comunidad nutre, apoya, cuida a la escuela, le sirve de desafío, y vela por el desarrollo de sus chicos. Las instituciones comunitarias interaccionan con los residentes de una comunidad y con la escuela, y los chicos se benefician de esta interacción. La comunidad debe desarrollar una estrategia de aprendizaje de tres maneras: involucrándose en la creación de una identidad común, construyendo una visión compartida para esta comunidad; estableciendo conexiones, con la idea de convertir a las escuelas en actores prominentes de la comunidad; y desarrollando una visión sostenible, consciente de las implicaciones a largo plazo de nuestras acciones de hoy.

Bibliografía
Schools that learn. A fifth discipline fieldbook for educators, parents and everyone who cares about education (Escuelas que aprenden. Un manual de la quinta disciplina para educadores, padres, y todos los que se preocupan por la educación). Peter Senge, Nelda Cambron-McCabe, Timothy Lucas, Bryan Smith, Janis Dutton, Art Kleiner. Doubleday, Nueva York, 2000

eDX, la nueva plataforma e-learning de la Universidad de Harvard y el MIT

El MIT (Instituto Tecnológico de Massachusett) ha vuelto a hacerlo. Si en 2001 fue la primera institución en poner a disposición del público sus materiales, creando la herramienta conocida como OpenCourseWare (OCW), ahora ha puesto en marcha, en asociación con la prestigiosa Universidad de Harvard, la plataforma edX.

Los cursos de la OCW, ahora ofrecidos por gran parte de las universidades en todo el mundo, dan acceso a materiales de nivel universitario a través de la web, de forma gratuita y libres de derechos. Sin embargo, no se consideran una enseñanza a distancia, ya que al finalizar el curso no se obtiene ninguna certificación ni diploma de aprovechamiento. Tampoco dan acceso a otro tipo de herramientas de comunidad, tales como foros, ni permiten la comunicación con los profesores que imparten las mismas asignaturas de forma presencial.

edX, la nueva plataforma creada por el MIT y la Universidad de Harvard, pretende ir más allá. Los cursos, que estarán disponibles a partir del próximo otoño, también serán gratuitos, permitirán al estudiante que demuestre una cierta maestría en el curso realizado obtener un certificado de aprovechamiento, a cambio, eso sí, de una módica cantidad. La plataforma open-source sobre la que se desarrollan los cursos está especialmente diseñada para la enseñanza on-line e incluirá grupos de discusión, herramientas wiki de aprendizaje colaborativo, laboratorios on-line e instrumentos de evaluación, para que el alumno pueda conocer su progreso durante el curso, todo con la posibilidad de que el alumno marque su propio ritmo.

Y aunque el edX está especialmente diseñado para que los alumnos de estas universidades amplíen conocimientos y tengan a su disposición las más modernas herramientas de enseñanza a distancia, los cursos del MIT y la Harvard University estarán a disposición de todo el mundo. Y esto es así, porque además de ser una plataforma de enseñanza a distancia, pretende ser una herramienta para estudiar el propio proceso, es decir, para investigar cómo los alumnos aprenden y cómo la tecnología puede facilitar la enseñanza, tanto la presencial como la realizada a distancia.

¡Quiero aprender matemáticas!

En 2004, Salman Khan, un ingeniero estadounidense de origen indio, empezó a ayudar a su prima con la asignatura de matemáticas; Salman vivía en Boston y su prima en Nueva Orleans, así que tenía que explicarle las lecciones por teléfono al mismo tiempo que utilizaba una paleta gráfica del messenger para ilustrar sus explicaciones. El éxito de la niña fue notable y pronto sus hermanos también se apuntaron a las clases. Luego se unieron amigos y vecinos. Khan, que seguía trabajando como analista en un fondo de inversiones, decidió grabar las lecciones en video y subirlas a Youtube, para que los chicos pudieran estudiar a su propio ritmo. En muy poco tiempo, el número de gente que accedía al canal de Salman para aprender matemáticas con sus vídeos, creció en proporción geométrica.

Y es que este concepto matemático es el que mejor describe el recorrido de la Khan Academy. Desde que Salman fundara esta organización sin ánimo de lucro en el año 2006, sus vídeo-tutoriales sobre algebra, geometría, trigonometría, cálculo, etc. publicados en la web han superado la imponente cifra de 3,200, junto con una cantidad nada despreciable de ejercicios auto-evaluables. La gente interesada en aprender matemáticas con el sencillo método de Khan tampoco ha dejado de crecer, y el pasado mes de abril las estadísticas de la página reflejaban más de 4,7 millones de usuarios únicos.

Pero la Khan Academy, ahora una organización con 30 empleados fijos y un cuerpo variable de voluntarios que ayuda a traducir los contenidos a 16 idiomas, no va a dormirse en los laureles. No sólo está ampliando el temario con asignaturas de ciencia, finanzas, economía y humanidades, sino que han puesto en marcha un programa piloto en varias escuelas del distrito escolar de Los Altos (California), con bastante éxito y sin perder de vista los objetivos principales de la academia: proporcionar al alumno una experiencia de aprendizaje basada en la propia experiencia, de forma individual y siguiendo su propio ritmo.