Culturas innovadoras

Justo Nieto señala que la innovación se materializa en un proceso, o camino, que intenta conseguir un fin mejor a través del uso del conocimiento. En este artículo nos preguntamos si existen culturas que favorezcan este proceso, y qué es lo que las caracteriza.

EC | Madrid | Julio 2012

En el número 2 de EC estuvimos tratando los fenómenos de la inteligencia compartida, la que surge de la interacción de las diferentes inteligencias individuales. Una de las creaciones objetivas de la inteligencia social es la cultura. José Antonio Marina, en su libro «Las culturas fracasadas», defiende que la cultura es el conjunto de soluciones que el grupo social da a los problemas humanos. Llamamos “cultura” a la herencia social, es decir, al conjunto de conocimientos, técnicas, normas, artes, creencias, instituciones que pasan de una generación a otra. Se trata de una construcción colectiva, que requiere tener una duración en el tiempo, y que se transmite a través de la educación. Existen culturas diferentes porque existen soluciones diferentes que los grupos humanos han dado a los problemas a los que se enfrentan. Una cultura innovadora sería, por tanto, la que da una buena solución a sus problemas de innovación, a su necesidad de innovar.

Una cultura innovadora pone en manos de sus ciudadanos un repertorio de herramientas que generan innovación social y económica

Entendemos por innovación la función que tienen las actividades creadoras para producir riqueza social o económica. Y para producir estas creaciones las sociedades inventan diferentes herramientas. Las herramientas son objetos, reales o ideales, expresamente diseñados para realizar una función que sin él resultaría difícil o imposible de realizar. Pueden ser materiales, como un martillo o un ordenador, o pueden ser ideales, como lo son el lenguaje, el sistema numérico, la teoría de la relatividad, las religiones, las creencias, las instituciones. Una cultura innovadora pone en manos de sus ciudadanos un repertorio de herramientas que generan innovación social y económica. El conjunto de herramientas mentales o físicas que una determinada cultura pone a disposición de una sociedad determina sus posibilidades vitales.

Las herramientas sociales no son solamente herramientas conceptuales, el sistema de creencias que la conforma; también las culturas producen herramientas afectivas. Uno de los criterios para evaluar las culturas es el tipo de sentimientos que fomentan. Hay culturas de la confrontación y culturas de la conciliación. Culturas de la confianza y de la desconfianza.

Entre las herramientas afectivas que las culturas generan se encuentran los estilos motivacionales. David C. McClelland defendió que las culturas favorecían distintas motivaciones: la motivación de poder, la de afiliación y la de logro. La motivación de poder es un deseo de autoridad, de estar a cargo, y tiene dos vertientes, la personal y la institucional. Aquellos que desean el poder personal quieren dirigir a otros; los que desean poder institucional quieren organizar los esfuerzos de otros para conseguir objetivos más amplios, como aquellos de una organización. La motivación de afiliación es el deseo de relaciones armoniosas con otras personas. La motivación de logro empuja a los individuos a ejecutar con éxito tareas dificultosas y desafiantes. Una cultura innovadora trataría de fomentar la motivación de logro, que está relacionada con la idea de autonomía, con la eficacia, la autorrealización, la motivación natural de crear, la curiosidad, el afán de explorar.

La relación entre la motivación orientada hacia el logro y el número de individuos emprendedores en esa sociedad la pudo comprobar Kulakow (citado por McClelland) examinando las leyendas populares de treinta y nueve sociedades preliterarias. Si en la cultura hay un foco dominante como el del logro, tiene que haberse introducido en las narraciones. Entre veintidós sociedades que aún no poseían alfabeto cuyas leyendas contenían una cantidad de imágenes de logro superior a la media, al menos el 74 % poseían promotores plenos en contraste con sólo el 35 % de las culturas con volumen de imágenes de logro inferior a la media.

¿Qué factores socioculturales pueden potenciar la creatividad y la innovación? Según Silvano Arieti, hay que tener en cuenta nueve factores fundamentales:

«La innovación es la dimensión social de la creatividad, lo que significa que se trata de un proceso en el que la creatividad individual se transmite, interpreta, transforma y es finalmente aceptada o rechazada».
Daniel Innerarity

  • disponibilidad de medios culturales
  • apertura a los estímulos culturales
  • hincapié en devenir, y no sólo en ser
  • libre acceso a los medios culturales para todos los ciudadanos, sin discriminación
  • libertad, o aun la retención de una discriminación moderada, después de graves opresiones o de absoluta exclusión
  • contacto con diferentes y aun contrastantes estímulos culturales
  • tolerancia a las opiniones divergentes
  • interacción de personas importantes
  • promoción de incentivos y recompensas.

En 1983, Gunnar Törnqvist desarrolló la noción “entorno creativo” (creative milieu). Tiene cuatro rasgos clave: información transmitida a través de la gente, conocimiento (basado parcialmente en el almacenamiento de la información), competencia en ciertas actividades relevantes, y creatividad (la creación de algo nuevo como el resultado de las tres anteriores actividades).

Daniel Innerarity, a quien entrevistamos en este número, asegura en su libro «La democracia del conocimiento» que “la innovación es la dimensión social de la creatividad, lo que significa que se trata de un proceso en el que la creatividad individual se transmite, interpreta, transforma y es finalmente aceptada o rechazada”. Las culturas innovadoras son las que logran extender la creatividad, impulsándola.

 

Fuentes
– Marina, José Antonio. Las culturas fracasadas. Anagrama, Barcelona, 2010
Inneratity, Daniel. La democracia del conocimiento. Por una sociedad inteligente. Paidós, Barcelona, 2011, pg 223
– Arieti, Silvano. La creatividad. La síntesis mágica. Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pg 283
– McClelland, David. Estudio de la motivación humana. Narcea, Madrid, 1989, pg 450
– Fonseca Reis, Ana Carla, y Kageyama, Peter (orgs). Creative cities perspectives. Garimpo de Soluçoes&Creative City Productions, 2009

Invitado del mes: Richard Florida

Para nuestro invitado del mes, el gran dilema de nuestro tiempo es que, habiendo generado un potencial creativo tan increíble, sin embargo nos falta un sistema económico y social más amplio para aprovecharlo y ponerlo en uso. La creatividad humana es el recurso económico definitivo, y las ciudades tienen la posibilidad de potenciarlo.

EC | Madrid | Julio 2012

Richard Florida es un experto en competitividad económica, tendencias demográficas e innovación tecnológica y cultural. En 2002 apareció su libro “La clase creativa”, que describe una nueva clase de trabajadores que está dirigiendo la creación de riqueza. Incluye personas dedicadas a las ciencias y a la ingeniería, a la arquitectura y el diseño, la educación, las artes, la música y el entretenimiento, personas cuya función económica es generar nuevas ideas, desarrollar una nueva tecnología o contenidos creativos. También constituyen clase creativa un grupo más amplio de profesionales creativos en los negocios y las finanzas, el Derecho, la sanidad, y los campos relacionados con estos. Junto a estos, debemos incluir a aquellos técnicos y personas que aplican complejos cuerpos de conocimiento cuando trabajan con materiales físicos. Las personas creativas se dedican a resolver problemas complejos que implican una gran cantidad de juicio independiente y requiere altos niveles de educación o capital humano. Si una ciudad pretende tener éxito, debe atraer a ese grupo. Aquellos que toman las decisiones en relación con la administración de las ciudades deben tratar de crear un “clima de personas” tanto o más que un determinado “clima empresarial”. La creatividad humana es el máximo recurso económico.

Las tres Ts del desarrollo económico son la tecnología, el talento y la tolerancia. Cada uno es necesario pero insuficiente.

Debemos desarrollar un sistema social y económico más amplio que el existente, con el fin de aprovechar el potencial creativo de las personas y ponerlo en uso. Las tres Ts del desarrollo económico son la tecnología, el talento y la tolerancia. Cada uno es necesario pero insuficiente: para atraer a las personas creativas, generar la innovación y estimular el crecimiento económico, un lugar debe tener las tres. La tecnología se puede medir por la innovación y la concentración de industria de alta tecnología. El talento se mide por el capital creativo, que es el talento medido funcionalmente, de acuerdo con el número de personas que se encuentran actualmente en ocupaciones creativas. La tercera T es la tolerancia. Los lugares que son abiertos y tolerantes atraen diferentes tipos de personas y generan nuevas ideas.

El índice de creatividad, que es un indicador de la habilidad de la región para aprovechar la energía creativa para un crecimiento económico a largo plazo, está basado en las tres Ts que hemos descrito. El índice es una mezcla de cuatro factores: 1) la participación de la clase creativa en la fuerza laboral, 2) la innovación, medida en las patentes per cápita, 3) la industria de la alta tecnología 4) la diversidad, medida por el Índice Gay, una representación razonable de la apertura de un área hacia diferentes tipos de personas y de ideas. El autor ha podido constatar que los lugares con una alta concentración de gays y bohemios tienden a tener índices más altos de innovación y crecimiento económico. No sugiere con esto que los gays y los bohemios provoquen el crecimiento de las regiones. Más bien, que la presencia en un gran número de estas personas es un indicador de una cultura subyacente que es abierta de mente y diversa, y por tanto conducente a la creatividad.

Se dice con frecuencia que en esta era de la alta tecnología la “geografía está muerta” y que el lugar ya no importa. Nada más lejos de la realidad. El lugar se ha convertido en la unidad de organización económica y social clave de nuestro tiempo, tomando muchas de las funciones que desempeñaban las empresas y otras organizaciones. Las personas creativas no se concentran donde están los trabajos; se concentran en los lugares que son centros de creatividad, y en los que les resulta agradable vivir.

Florida desarrolla “la teoría del capital creativo”. Esencialmente, la teoría de Florida viene a decir que el crecimiento económico regional está dirigido por las elecciones de ubicación de las personas creativas-que son los que poseen el capital creativo-, personas que prefieren lugares que son diversos, tolerantes y abiertos a las nuevas ideas. Buscan lugares con un mercado laboral extenso, un estilo de vida determinado, una importante interacción social, autenticidad, identidad, y calidad (que incluye tres dimensiones: qué hay, quiénes están, y qué está pasando). La creatividad florece en un tipo único de medioambiente social: uno que es lo suficientemente estable para permitir la continuidad del esfuerzo, y a la vez es lo suficientemente diverso y abierto de mente para alimentar la creatividad en todas sus formas subversivas.

El crecimiento económico regional está dirigido por las elecciones de ubicación de las personas creativas, que prefieren lugares que son diversos, tolerantes y abiertos a las nuevas ideas.

En su libro “las ciudades creativas”, Florida habla del increíble poder de lo que denomina “factor de concentración”. En la actual economía creativa, la verdadera fuente del crecimiento económico procede de la concentración y del aglutinamiento de personas productivas y con talento. La fuerza de la concentración ha convertido a determinadas ciudades y regiones en verdaderos motores del crecimiento económico. El autor proporciona mapas y estadísticas que reflejan la realidad de la globalización y la función de las megarregiones, que son las nuevas unidades económicas de lo que ya no es un mundo plano, sino un “mundo puntiagudo”.

Florida describe en su libro el “estudio sobre ubicación y felicidad” que llevó a cabo junto a la organización Gallup, dividiendo la felicidad en cuatro categorías básicas: felicidad personal, felicidad laboral, felicidad económica y felicidad geográfica. Las conclusiones hicieron evidente la gran importancia que tiene la ubicación para la felicidad, situándola en el tercer vértice del triángulo del bienestar, junto a las relaciones personales y el trabajo. El “estudio sobre ubicación y felicidad” de Florida identifica los factores clave que determinan la satisfacción con el lugar en que vivimos. El estudio cubrió docenas y docenas de características específicas de las comunidades, que luego clasificaba en cinco categorías principales: la seguridad física y económica, los servicios básicos, el liderazgo, la apertura y la estética. El lugar donde escogemos vivir ejerce una gran influencia sobre todo lo que en verdad importa, desde la situación económica y las ofertas de trabajo, hasta los amigos, la pareja potencial y el futuro de los hijos.

En el libro “El gran reset”, Florida analiza la actual crisis económica, enmarcándola en un contexto histórico más amplio. El autor concluye que las crisis económicas suelen dar paso a periodos muy importantes, en los que la economía se reconstruye de maneras que permiten su recuperación y un crecimiento renovado. Son periodos a los que Florida llama “grandes resets”, transformaciones amplias y fundamentales del orden económico y social que van más allá de lo estrictamente económico o financiero. No podemos predecir cómo será el nuevo paisaje económico, pero lo que sí podemos hacer es intentar detectar las pautas que van apareciendo e identificar y comprender las tendencias positivas que siguen existiendo incluso en los tiempos más difíciles. Y, también, podemos utilizar lo que hemos aprendido gracias a la experiencia de las generaciones anteriores.

Debemos emplear todos los recursos disponibles para acelerar la transición a la economía impulsada por las ideas, mejorando los puestos de trabajo que han sobrevivido o que se están creando ahora. Debemos tener en cuenta que la verdadera clave del crecimiento económico se encuentra en aprovechar plenamente el talento creativo que hay en todos nosotros, y por ello la necesidad de reforma del sistema educativo se debe transformar en prioritaria. También necesitamos un nuevo contrato social, que tome como base las exigencias y retos de la economía actual, basada en el conocimiento, partiendo del principio de que todas las personas tienen el derecho fundamental a desarrollar y utilizar plenamente su talento creativo, de forma que puedan ganarse la vida a nivel individual y aumentar la productividad de la sociedad en su conjunto.

Enlaces de interés
“The rise of the creative class” (la clase creativa). Richard Florida. Basic books, 2004
“Las ciudades creativas. Por qué donde vives puede ser la decisión más importante de tu vida”. Richard Florida. Paidós, Barcelona, 2009
“El gran reset. Nuevas formas de vivir y trabajar para impulsar la prosperidad”. Richard Florida. Paidós, Barcelona, 2011

Entrevista a un libro: La ciudad creativa

El libro de Charles Landry «La ciudad creativa» viene a defender la tesis siguiente: cuando el mundo está cambiando dramáticamente necesitamos repensar el papel de las ciudades y sus recursos y cómo funciona el planeamiento urbano. Analizando ejemplos de todo el mundo, describe un nuevo mundo urbano en desarrollo basado en principios diferentes de aquellos que se aplicaban en las ciudades industriales.

EC | Madrid | Julio 2012

Pregunta. ¿Qué es una ciudad creativa?
Respuesta. La idea de la ciudad creativa aboga por la necesidad de que los dirigentes de la ciudad abracen una cultura de la creatividad. Las ciudades creativas giran en torno a cinco palabras clave: curiosidad, imaginación, creatividad, innovación e invención. Las características de esta ciudad incluyen tomar riesgos medidos, un amplio liderazgo, un sentido de dirigirse hacia algún sitio, determinación pero no rigidez, tener la valentía de ir más allá del ciclo político, tener principios estratégicos y ser tácticamente flexibles. Debe equilibrar lo nuevo con lo viejo, y crear las condiciones para que las personas se conviertan en agentes del cambio y no meros receptores pasivos o víctimas del cambio.

P. ¿El término está relacionado con la existencia de una industria cultural fuerte en la ciudad?
R.
En su formulación original, el término se focalizó “industrias culturales”, pero con el tiempo se vio claro que la economía, el sistema político y la burocracia forman parte de la ecología creativa y que el mundo de las ciudades necesita reinventarse. Las ciudades del futuro necesitan ser creativas e inventivas en todas las dimensiones: culturalmente, intelectualmente, tecnológicamente, organizativamente…

P. ¿La ciudad creativa está llena de individuos creativos?
R.
Los individuos creativos necesitan ser puestos a actuar en puntos estratégicos, porque, aunque no todos en la ciudad creativa necesitan ser creativos, ésta depende de una masa crítica de pensadores abiertos de mente, valientes y frescos. Un grupo de personas creativas estratégicamente colocadas pueden transformar una ciudad si están en las posiciones adecuadas de influencia. Aunque debemos tener en cuenta que, si las personas creativas son el motor de una ciudad, nada pueden conseguir sin otros, quizás menos creativos, pero que pueden testar, dirigir, adaptar, desplegar y explicar; en pocas palabras, personas que pueden implementar y explotar sus ideas.

P. ¿Existen otros factores que nos sirvan para conceptuar una ciudad como creativa?
R.
La ciudad creativa requiere de voluntad, lo que incluye la visualización de las metas que deben ser alcanzadas, y un liderazgo fuerte. Debe recoger una enorme diversidad humana y tener acceso a un talento variado. Es necesaria una amplia cultura organizacional. Las instituciones públicas, privadas y del tercer sector deben ser actores económicos, sociales, culturales y medioambientales. También requiere de una identidad local fuerte. La ciudad creativa debe tener espacios públicos de encuentro formal e informal, e instalaciones públicas, canales de comunicación y espacios creativos a precios asequibles, especialmente para los jóvenes empresarios y emprendedores sociales. Por último, se requiere un fortalecimiento de la interconexión, tanto interna como externa. Esta interconexión debe darse tanto entre organizaciones y empresas, como entre sectores y universidades.

P. ¿La ciudad creativa debe mirar a otras ciudades?
R.
No se trata de imitar las “mejores prácticas” de otras ciudades, sino de aplicar los principios de algún proyecto concreto más que sus detalles si consideramos que son adecuados para nuestra ciudad.

P. Proporcionas a lo largo de tus páginas numerosos ejemplos de iniciativas interesantes promovidas por diferentes ciudades…
R.
No busco proporcionar respuestas, busco abrir un “banco de ideas”, de posibilidades de las que emergerán las innovaciones. Me propongo describir un nuevo método de planeamiento estratégico urbano y examinar cómo las personas pueden pensar, planear y actuar creativamente en la ciudad. Explorar cómo podemos hacer nuestras ciudades más habitables y vitales aprovechando la imaginación y el talento de la gente. Los ejemplos concretos nos ayudan a visualizar lo que puede ser una “ciudad creativa”.

P. ¿Cuál debe ser la tarea del planificador urbano en una ciudad creativa?
R.
La tarea de los planificadores urbanos es reconocer, manejar y explotar los recursos culturales responsablemente. Un truco conceptual que se puede utilizar es el de convertir las debilidades en fortalezas. Cada ciudad podría ser el centro de algo si es persistente y lo intenta con la suficiente paciencia. Los recursos culturales no son solamente “cosas” como los edificios, sino también símbolos, actividades, y el repertorio de productos locales en artesanía, manufactura y servicios. Debemos resaltar el valor de lo distintivo.

P. ¿Cuál es el papel de las ciudades en la nueva economía?
R.
Las ciudades tienen un papel especial en la nueva economía porque, a pesar de la proliferación de comunicaciones virtuales, la interacción cara a cara, la interconexión y el comercio siguen siendo vitales. La portabilidad de las destrezas y la movilidad de las personas fuerzan a las ciudades a competir a través de la alta calidad de sus servicios, del dominio público y el entretenimiento.

P. ¿De qué forma podemos evaluar si una ciudad está siendo creativa?
R.
Es importante utilizar “indicadores” para evaluar la creatividad de una ciudad. Los indicadores simplifican y comunican información compleja y su propósito principal es guiar un proceso de evaluación ayudando a los que hacen política a actuar y después a medir y monitorizar el impacto de sus decisiones. No puedes pensar en ser una ciudad creativa sin mecanismos de evaluación integral. Para planear una serie de indicadores, es necesario realizar un trabajo previo, en el que la ciudad determine lo que quiere alcanzar con una mayor creatividad. El trabajo de evaluación a través de indicadores se debe realizar en una serie de etapas. La primera etapa es el establecimiento de asociaciones entre las partes interesadas (aquellos que pueden afectar o verse afectados por el deseo de ser una ciudad creativa). En segundo lugar, deben identificarse las áreas que deben ser evaluadas en relación con su propia definición de lo que su ciudad está tratando de alcanzar a través de su proceso creativo. En tercer lugar, se deben establecer límites temporales. En cuarto lugar, los datos recolectados deben ser evaluados, generalmente de forma anual. La última etapa es la del informe.

P. Una reflexión final…
R.
Las ciudades deben hacerse preguntas como: ¿quién soy? ¿A dónde voy a continuación? ¿Cuál es mi identidad? ¿Qué es lo que me distingue y cuáles son mis recursos? ¿Cuáles son las condiciones que mi ciudad puede crear para que las personas e instituciones piensen, planeen, y actúen con imaginación y se monten en la ola de cambio para beneficiarse de ella? Estas preguntas son el comienzo de un viaje: la ciudad creativa no es una noción estática, es un viaje transformativo. Es un desafío, cuando se toma en serio, a las estructuras organizativas existentes, a las formas habituales de hacer las cosas.

Fuentes
– The creative city. A toolkit for urban innovators (La ciudad creativa. Un kit de herramientas para innovadores urbanos). Charles Landry. Earthscan, 2009
Acerca de la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO

Los laboratorios del procomún

Según el diccionario de María Moliner la palabra procomún proviene de los términos provecho y común. Por tanto, procomún es todo aquello que tiene utilidad pública, que pertenece a la comunidad; lo forman cosas tan obvias como el aire, el agua o la vida salvaje pero también incluye inventos como Internet, los números o las patentes farmaceúticas, y creaciones sociales como “las bibliotecas, los parques, la investigación científica y el conocimiento público acumulado a través de los años”.

Para reflexionar sobre esos “bienes que nos pertenecen a todos y a nadie en particular”, el Ayuntamiento de Madrid, a través del MediaLab-Prado puso en marcha en el año 2007 una linea de trabajo conocida como los Laboratorios del Procomún. Este grupo de trabajo, dirigido por el investigador científico y autor granadino Antonio Lafuente, pretende estudiar todos los elementos que conforman este conjunto de recursos, que, de manera general, “está constituido por las cosas que heredamos o creamos conjuntamente y que esperamos legar a las generaciones futuras” y que deben ser protegidas y conservadas.

En su primer curso de andadura (2007-2008), expertos en ciencia, biología, derecho económico e internacional, teoría económica, derechos de propiedad intelectual, arte y movimientos sociales, critica cultural, biocomputación, tecnologías de la información y la comunicación, filosofía política, salud pública y teoría del arte sentaron las bases de los que serían los grupos de trabajo que cinco años despues vertebran el proyecto. Estos grupos de trabajo se dedican a temas muy diversos, y entre ellos – y a modo de ejemplo – podemos encontrar: Cultura(s) de lo común, que está creando un marco teórico y un diccionario de lo común, Ciudad y Procomún, que investiga sobre el espacio público y la participación ciudadana, o Empresas del Procomún, que analiza los modelos económicos que emergen en torno al procomún o que contribuyen a generarlo.

Los grupos de trabajo del Laboratorio del Procomún se reunen periódicamente y trabajan online “para debatir y planificar acciones que ayuden a concienciarse sobre el valor de los diversos procomunes y sobre los peligros que los amenazan.” Además, organizan semanalmente sesiones presenciales con invitados externos en las jornadas conocidas como los Jueves del MediaLab-Prado.

Elinor Ostrom, gestión comunal de los recursos

En abril de 2012, Elinor Ostrom aparecía en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo publicada por la revista TIME. Dos meses después fallecía esta doctora en Ciencias Políticas y profesora de la Universidad de Indiana que tuvo el privilegio de ser la primera, y por ahora, única mujer galardonada con el Nobel de Economía en el año 2009. Recibió el premio de la academia, compartido con el economista Oliver E. Williamson, por su trabajo sobre la gestión de los recursos comunes por parte de individuos y comunidades.

En los años 60 y 70, la mayoría de expertos en política económica coincidía en afirmar que para que recursos comunes como el agua o la pesca no fueran sobre-explotados y esquilmados por parte de sus propios usuarios, debían ser, o bien privatizados, o bien controlados por los gobiernos para evitar su desaparición, lo que se dio en llamar “la tragedia de los comunes” (G. Hardin, 1968). Para su trabajo de graduación, Ostrom había colaborado con un equipo de investigación que estudiaba la política económica de un grupo de cuencas de agua subterránea del Sur de California y se familiarizó con los problemas de gestión con los de los usuarios de ese recurso común se encontraban. Ya en aquellos años, Ostrom empezó a desafiar el pensamiento ortodoxo afirmando que no siempre era necesaria la interevención de los mercados, las empresas o los gobiernos para gestionar correctamente el conjunto de los recursos comunes. En 1990 publicó “El Gobierno de los Bienes Comunes: La Evolución de las Instituciones de acción colectiva” donde reunió más de cinco mil casos de gestión comunal de los recursos, que le permitió demostrar empíricamente su teoría. En él estudia casos de gestión de los recursos mancomunados en Japón, el uso colectivo de los pastos en Suiza o las comunidades de regantes en España y Filipinas aportando ejemplos de comunidades que comparten bienes desde hace siglos sin esquilmarlos.

Criada en el seno de una familia obrera en los tiempos de la Gran Depresión, fue la primera de su familia en ir a la universidad y en doctorarse en un grado superior, en una época en la que la mayor parte de las mujeres sólo podían aspirar a trabajar como secretarias o maestras de escuela. Después de doctorarse en Ciencias Políticas en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) comenzó a trabajar como profesora en la Universidad de Indiana, donde ha desarrollado toda su labor investigadora. En 1973 fundó junto con su marido, Vicent Ostrom, el Taller Vicent y Elinor Ostrom sobre Teoría Política y Análisis de Gestión Política en la Universidad de Indiana, un foro interdisciplinar para la discusión académica basada en la experiencia.

Tal como se decía en artículo de la revista TIME, “después de los rescates de la TARP (Trouble Asset Relief Program, por sus siglas en inglés) y la devastación de la democracias europeas por parte de los tecnócratas financieros, el mundo está de nuevo empezando a apreciar lo que Elinor Ostrom lleva iluminando profunda, persistente y calladamente durante los últimos 50 años.”