Cartagena, tecnología eficiente

De una de las refinerías de menor margen, a una de las más modernas y eficientes de Europa. La apuesta estratégica de Repsol por Cartagena ha sido, sin duda, un éxito. De la mano de su gente, nos sumergimos en sus entrañas y acompañamos al crudo en su viaje hacia los combustibles más eficientes

EC | Madrid | Marzo 2013

La refinería de los hitos. Así es el complejo industrial de Cartagena. Cuando se puso la primera piedra para su construcción, en la década de los 40, se convertía en la primera refinería instalada en la península ibérica. Hace cinco años, más de 70 años después, no respondía a las necesidades de combustible del país. Pero hemos sido capaces de adaptarnos a las nuevas necesidades y, tras la mayor inversión industrial en la historia de España, convertirla en una de las refinerías más modernas del mundo. ¿Cómo? A base de retos y contando con el talento de todas las personas de Repsol que han participado en este proyecto gigante.

Teníamos que volver a Cartagena. Se lo debíamos. Cuando la visitamos en 2010, nos encontramos con una obra inmensa, con más de 5.000 personas trabajando entre tuberías, calles de polvo, camiones, comedores, ómnibus… en un trajín constante. Hoy el paisaje ha cambiado mucho. Es una ciudad del petróleo ordenada y tranquila. Con sus calles asfaltadas y perfectamente señalizadas, sus kilómetros de tuberías de colores que lo abrazan todo, sus enormes tanques plateados aún brillantes, como recién estrenados, sus tres chimeneas de casi 150 metros de hormigón que son su seña de identidad a lo lejos y, por supuesto, su gente. Ya nos son miles, sino poco más de 800. Difíciles de distinguir en las 60 hectáreas, equivalentes a 120 campos de fútbol, pero sin duda los artífices de que esta refinería no duerma nunca.

¿Cómo se trabaja en Cartagena hoy? ¿Por qué decimos que es una de las refinerías más eficientes del mundo? ¿Qué ha cambiado? Para responder a estas preguntas, hemos decidido acompañar al crudo en su viaje, desde que llega al puerto, hasta que sale convertido en los distintos carburantes y combustibles que mueven el mundo. Esto pasa en las entrañas de la refinería de Cartagena.

Mirando al mar

La refinería de Cartagena tiene un enclave estratégico privilegiado. Este complejo industrial incluye el puerto del Valle de Escombreras, a poco más de cuatro kilómetros. Único en el Mediterráneo, rodeado de montañas que le dan una protección excepcional. Es el puerto que toda refinería desearía tener, donde se puede operar prácticamente las 24 horas, los 365 días del año. Aunque no es exclusivo de Repsol, es la compañía que más buques y tráfico le aporta.

¿Qué ha cambiado con la ampliación? Para saberlo, nuestra primera parada en este viaje con el crudo ha sido el terminal marítimo y de la mano del mejor guía que podríamos tener. Luis Ceballos, es técnico de Repsol y marino. Con él nos encontramos en la sala de control. “Estamos como con zapatitos nuevos”, cuenta con una sonrisa. Se refiere al moderno edificio que antes ocupaba uno de 50 años de antigüedad. Desde aquí se maneja todo el proceso de descarga de crudos y carga de productos finales. El puerto es la puerta de entrada y de salida, aquí comienza y termina el viaje del petróleo y combustibles. Nos llama la atención la tecnología con la que cuentan, como un sistema que mediante láser ayuda a la maniobra de atraque de los petroleros y que también integra un dispositivo de control que nos asegura en todo momento que la tensión de las amarras del barco, cuando está atracado, es la correcta.

Además de la construcción del nuevo frente 20, se han modernizado cuatro de los siete frentes ya existentes que aseguran que los barcos estarán el mínimo tiempo de espera y que la refinería estará siempre abastecida. “Estamos preparados para alojar petroleros de hasta 315.000 toneladas de crudo y descargar dos a la vez”.

Crudos dulces vs. crudos pesados

Hoy atracan en Escombreras petroleros que transportan todo tipo de crudo desde cualquier parte del mundo. Esto no era posible antes de la ampliación. ¿Por qué? Ahí está una de las claves del éxito de esta inversión. Con el esquema de refino anterior, solo se podían tratar los crudos llamados “dulces”. Es decir, los de mayor calidad del mercado y, por lo tanto, más escasos, caros y extraídos en lugares puntuales como Rusia o Libia. Con la nueva tecnología de conversión, Cartagena es capaz de refinar casi cualquier crudo del mercado, incluso los de peor calidad y más baratos. Y lo mejor de todo: obteniendo combustibles y carburantes de la mayor calidad. Es decir, hemos sido capaces de desvincular la calidad del crudo que entra, con la calidad de los productos finales. Eso nos hace mucho más eficientes y rentables.

Desde el control del terminal marítimo podemos ver todo el puerto. En este momento, en el atraque 20 hay un petrolero de bandera indonesia. Nos acercamos a él y su tamaño nos quita la respiración. Desde sus tanques se está bombeando el crudo a través de tres brazos articulados, una operación que durará entre 24 a 30 horas.

“Exprimimos el barco hasta la última gota, hasta que quede seco, porque un barril vale mucho”, cuenta Luis. “Nos encargamos de controlar todo el proceso y asegurarnos de que se lleva a cabo con toda la seguridad para las personas y las instalaciones”. Un proceso que empieza antes de llegar el barco a puerto, en contacto constante con su consignatario representante del buque. Continúa con el control de toda la maniobra de acercamiento y atraque, y con una reunión de unas cuatro horas sobre los procedimientos de seguridad y operación. Una función que desarrollan 24 personas en el terminal marítimo, trabajando por turnos que cubren las 24 horas. En cada turno hay un técnico que, como Luis, proviene de la marina mercante.

“Mi idea era seguir navegando en petroleros, pero cuando las condiciones laborales en la marina mercante dejaron de ser atractivas buscamos oportunidades en otros sitios y la familia lo agradeció. Yo trabajé en petroleros de Repsol mis últimos cuatro años”. Aunque lleva 21 años en su puesto, Luis mira con nostalgia el horizonte cuando los barcos terminan sus operaciones y zarpan en busca de un nuevo puerto.

Apuesta medioambiental

Ser un referente mundial en sostenibilidad y eficiencia. Es la vocación con la que lleva a cabo sus actividades el complejo industrial de Repsol, en Cartagena. Lo comprobamos hablando con Enrique Torregrosa, jefe de Procesos, y Armando López, jefe de Calidad y Medioambiente.

“Sin la participación, implicación y la apuesta por el medioambiente de todo el personal, como se está demostrando, no habríamos conseguido desarrollar el proyecto de ampliación sin incidencias ambientales”, dice Armando. Es algo en lo que ambos coinciden: el éxito de su gestión depende de la colaboración de cada uno de los trabajadores en su trabajo.

Y han logrado mucho. “Con buena gestión energética somos más competitivos y cuidamos el medioambiente. Lo logramos con un buen diseño, utilizando bien las instalaciones, un mantenimiento rentable, involucrando a toda la organización… Por ejemplo, con la cogeneración generamos toda la electricidad y buena parte del vapor que necesitamos para nuestras plantas”, indica Enrique.

“Las emisiones se mantienen prácticamente a los mismos niveles que antes de la ampliación, aunque hemos duplicado la capacidad de destilación. Tenemos uno de los mejores índices de eficiencia energética, y vamos a más”, agrega Armando.

Aunque los datos hoy acompañan, son ambiciosos y trabajan en la prevención y la mejora continua. “Tenemos en marcha un plan de reducción de emisiones CO2 del 15% para 2016 con respecto a lo que teníamos en 2010, y lo vamos a lograr”, dice Enrique. “Es más gratificante prevenir que corregir y estamos trabajando en esa línea”, concluye Armando.

1.400 piscinas olímpicas

Unas tuberías de colores serpentean por todo el puerto. Las rojas, llevan agua contra incendios; las amarillas, gas licuado; las verdes, aguas de proceso… Finalmente, las plateadas y blancas transportan producto (crudo o producto refinado) desde los barcos a los tanques de almacenamiento. Unos 25 tanques del diámetro de una plaza de toros cada uno, juntos guardan la materia prima que espera para ser procesada en la refinería. La capacidad de almacenamiento del complejo industrial es de tres millones y medio de metros cúbicos, es decir, unas 1.400 piscinas olímpicas.

De ellos, 0,9 millones de m3 son reservas estratégicas de crudo y 400.000 m3 son reservas de gasoil, pertenecientes a CORES (Corporación Española de Reservas Estratégicas). Unas reservas que no se pueden tocar y deben estar siempre disponibles para hacer frente a un posible desabastecimiento de suministro de petróleo exterior. En ese caso extremo, España sería autosuficiente, al menos, durante cuatro meses.

Otra parte del almacenamiento total está dedicada a productos terminados antes de su salida de la refinería. En este caso, 1,5 millones de m3 que se distribuirán por toda España a través de la red logística de CLH.

La caja negra

Miles de datos circulando en decenas de ordenadores y pantallas dispuestas en semicírculo, 4 personas trabajando con absoluta concentración fiscalizando cada proceso que se realiza en cada rincón de la planta: es la caja negra de la refinería de Cartagena. El panel de control es la cabeza pensante desde donde se controla todo. Las medidas de seguridad aquí son extremas, hasta tal punto que su bunquerización fue supervisada por profesionales que realizan estas tareas en el Pentágono de EEUU.

Aquí nos encontramos con Jaime Arranz, director de Producción, quien quizás más conoce todo el proceso de ampliación. Lo ha vivido desde sus inicios, cuando era un esbozo, y hasta su plena producción actual. “Fue una experiencia bonita y una oportunidad profesional única”. Luego pudimos comprobar que este sentimiento, mezcla entre el esfuerzo realizado y el orgullo por el trabajo bien hecho, se repite en todos quienes han sido parte de este éxito. Con él, seguimos nuestro viaje con el crudo.

Así, tras recorrer los 3,5 kilómetros de tuberías que separan los almacenamientos a la refinería, el crudo está listo para someterse a la destilación atmosférica a 360º C en las dos unidades de destilación existentes. Una, anterior a la ampliación, y la nueva que permitió duplicar la capacidad de destilación, de los 5 a los 11 millones de toneladas/día de crudo. La temperatura conseguida en el horno permite la separación de los componentes del crudo cuando éste llega a la torre de fraccionamiento. Así se extrae el gas, más liviano, que se utiliza como combustible en los hornos de la propia refinería; el GLP (propano y butano) que se envía a Repsol Butano para su venta. Luego están las naftas, más pesadas, que pasarán un proceso de reformado para convertirse en gasolinas. Le siguen los destilados medios, a los que se les quita el azufre y se obtienen gasóleo y queroseno.

Por último, está el fueloil. La facción más pesada y que constituye la clave en el nuevo esquema de refino. “Ese fueloil supone cerca del 60% del barril de crudo pesado, antes no teníamos capacidad de conversión para transformarlo en productos ligeros y teníamos que dedicarlo a la fabricación de asfaltos previa destilación a vacío o venderlo al mercado, para centrales térmicas”. Ahora la cosa ha cambiado mucho y ese residuo pesado de antes es la base para la obtención en las nuevas plantas de hidrocraqueo y cóquer de los combustibles más útiles que mueven el mundo.

Un acierto rotundo en conversión

Los residuos de la fase anterior llegan a la Unidad de destilación al vacío.

Sometidos a un vacío casi total, se produce un ordenamiento molecular a lo largo de la columna de forma que se separen en la parte superior el gasóleo (más ligero); por la zona intermedia el gasoil de vacío, carga a la planta de Hidrocraqueo, una de las más importantes de la refinería; y por fondo el residuo de vacío, más pesado y que sirve de carga a la planta de Cóquer, la más grande de España.

En la planta de Hidrógeno nos encontramos con uno de los jefes de Área de Hidrotratamiento, Martín F. Gutiérrez. Acaba de cumplir 37 años. Es muy joven, pero siente que ha cumplido un “hito personal y profesional”. Todavía se emociona al recordar la primera carga de hidrógeno que pusieron en agosto de 2011. “Tanto esfuerzo personal ha valido la pena y me gustaría destacar el esfuerzo en formación que hemos hecho entre todos para asumir con responsabilidad nuestra tarea en estos procesos tan novedosos”. Un proceso que permite obtener combustibles con altísima calidad, no sólo en sus componentes, sino en su mínimo efecto medioambiental.

Después nos atrevemos a subir a la planta de cóquer con Vicente Moreno Hernández, jefe de Área. Un edificio de 13 pisos y una capacidad de procesamiento de tres millones de toneladas al año. El viento se hace notar en la estructura, pero las vistas de la refinería son inmejorables en este atardecer. Vicente es uno de quienes vinieron a la refinería de “fuera”, por su experiencia en las puestas en marcha. Cuando se lo propusieron, no dudó en formar parte de este gran proyecto. En la planta de la que está a cargo se vuelven a procesar los residuos más pesados de la destilación al vacío para volver a obtener GLP, naftas y gasóleos. El resto es coque, o carbón de petróleo, con mucha utilidad como combustible industrial.

Atardece en Cartagena. Hemos terminado nuestro viaje con el crudo. Sólo el nuestro, porque dejamos a nuestros compañeros de Repsol llevando a cabo una y otra vez este puntero esquema de conversión profunda que les coloca como referentes en Europa y que nos hace aprovechar hasta la última gota de cada barril de crudo.

Enhorabuena y gracias a todos.

Fuentes
-PÉREZ, Lorena. Cartagena a la vanguardia de las refinerías del mundo. Repsol S.A. Conecta Repsol www.repsol.com Nº 33. (2012)p.5-11.C(copyright)Repsol SA Abril 2012.-Imagen de portada y del artículo: Guilsey Homet Y Repsol

Entrevista a André Ricard

Autor de numerosos libros sobre diseño, creatividad e historia de los objetos, profesor universitario, miembro de varias fundaciones y diseñador industrial, André Ricard nos habla sobre diversos aspectos del diseño.

 EC | Madrid | Marzo 2013

 

Al revisar la bibliografía sobre diseño nos hemos encontrado una notable vaguedad en las definiciones. Herbert Simon, uno de los padres de la Inteligencia Artificial y Premio Nobel de Economía, intentó hacer una “ciencia del diseño” que era, en realidad la ciencia de producción de los objetos artificiales. Pero otros autores reducen el concepto de diseño a la mejora de los aspectos estéticos de un objeto. ¿Podría darnos una definición de diseño?

Desde luego el papel del diseño no es “mejorar los aspectos estéticos de un objeto”, pero sí el de mejorar sus prestaciones. Crear un nuevo objeto artificial solo puede justificarse si aporta alguna ventaja significativa respecto a lo que ya existe. Lo que ocurre es que cuando un objeto esta bien diseñado,  su aspecto es a la vez estético. Eso es solo consecuencia y no causa.  En cuanto a  la definición de Herbert Simon, aun cuando es más certera, tampoco me parece del  todo exacta. Si bien es cierto que el diseño se halla implicado en la “producción de objetos artificiales”  no todo el proceso depende de él. Su papel se ciñe a crear el concepto esencial: es decir definir cómo ha de ser el objeto que va a producirse. Es a  la ingeniería a quien le corresponde implementar ese concepto y hacer que se adapte a las exigencias que impone  la realidad industrial.

Nos interesan mucho los “procesos creativos”. ¿Podría explicarnos cómo fue la gestación de alguno de sus proyectos?

Uno de mis últimos proyectos fue un buzón para la recogida de basuras. Así es como lo explicaba en mi libro “Casos de diseño”:

Ros Roca, empresa especializada en recogida y tratamiento de residuos sólidos urbanos estudiaba la implantación de un nuevo sistema de recogida  que,  mediante una red de tuberías subterráneas y una aspiración neumática,  los transporta hasta un lugar de almacenamiento y posterior tratamiento. Con este sistema son los ciudadanos los que depositan directamente sus bolsas de basuras en unos puntos de recogida situados en la vía pública. Cuando tomaron contacto conmigo, ya tenían resueltas las infraestructuras del subsuelo y el sistema de aspiración neumática. Solo faltaba diseñar los puntos de recogida que se situarían en lugares estratégicos. Es decir el punto de encuentro entre ese sofisticado sistema y la gente que va a utilizarlo.

Ese elemento había de tener una embocadura adecuada para impedir el contacto directo del usuario con ese conducto interior. De lo contrario, no solo sería  peligroso,  sino que para no atascar el sistema, el tamaño de lo que se emboca no ha de exceder los 50 cms de diámetro que tienen los conductos.  Era necesario intercalar un elemento tipo de receptáculo que, a la vez que obturaba el conducto en determinado momento, fuera también un calibre para lo que se introducía. Había que crear un receptáculo en el que poder depositar las bolsas al abrirlo pero que, luego al cerrarlo, las dejara caer en el interior del conducto.

Había que inventar un sistema que, mediante una sola operación -la de abrir y cerrar la compuerta- cumpliera a la vez las dos funciones. Ese fue el reto que hubo que resolver. Era esencial pues condicionaba el diseño del resto del buzón.

Para conseguir esa doble acción con un solo gesto, había que descartar cualquier solución a base de una compuerta frontal. Esta solo permite abrir y cerrar pero no permite al mismo tiempo hacer rotar alguna pieza. Una rotación era necesaria para hacer caer la bolsa en el conducto. Esta rotación había de estar asociada al gesto de abrir y cerrar. Solo así se conseguiría que funcionara el sistema con un solo gesto.

Insistí en tener contacto directo con quienes conocen las dificultades de producción que los ingenios encierran. Me interesaban sus sugerencias. Quería que se sintieran participes del invento que se estaba proyectando y que ellos luego tendrían que industrializar.

Tuve la suerte de hallar a la persona adecuada, el interlocutor muy “manitas” que me hacía falta. Era importante que se estableciera una actitud de abierta colaboración. Así intercambiando ideas fuimos adaptando el sistema imaginado hasta hacerlo una realidad funcional. Acepté los ajustes que me proponían, siempre que no alteraran el principio básico. Unos ajustes cuya finalidad era hacer más factible mecánica e industrialmente el proyecto. Exactamente lo que un proceso de diseño ha de lograr.

El prototipo demostró que el mecanismo proyectado funcionaba. El cabezal del sistema estaba resuelto, podíamos entonces ocuparnos del cuerpo. El sistema de apertura con una tapa curva deslizante tenía la ventaja de permitir que la parte superior del cuerpo fuera redondeada. Una forma que al no ofrecer una superficie plana impediría que allí se dejen envases vacíos u otros despojos. Tampoco se  prestaría a ser un podio en que subirse. Un aspecto importante para un elemento situado en la vía publica y que ha de enfrentarse al vandalismo urbano.

¿Cree que ese patrón es universalizable, es decir, que hay una “lógica generadora del diseño?

 No, en absoluto.  De mi libro “Conversando con estudiantes de diseño” extraigo un párrafo en que hablo de ello.

“No creo que exista un método estándar, que pueda explicarse como una receta de cocina. Lo que si existe en todo proceso creativo, son etapas. Es decir fases cronológicas que el proceso creativo ha de seguir. Esas fases definen una táctica. El método en cambio, sería la estrategia. Es decir el modo en que se va a proceder en cada una de esas fases. Siendo así que cada caso y cada momento, impone su propio método. El recorrido que seguiremos en cada una de esas etapas será único, especial en cada proyecto. Siendo así que es al ir avanzando, que va definiéndose el método que seguimos. Sólo al concluir un proyecto, mirando hacia atrás, podemos describir el método, que hemos aplicado. De hecho lo importante al iniciar un proyecto no es tanto preocuparse por el cómo se va a proceder, sino en tener claro lo que se está persiguiendo, poseer el feeling de lo que se busca. Lo demás brota por sí solo al ir persiguiéndolo.

Una pregunta meramente curiosa. En todos los libros sobre diseño encontramos una gran cantidad de “sillas”. ¿Le parece que es una falsa apreciación, que ha sido una casualidad, o que la silla tiene un especial atractivo para el diseñador?

Las sillas son, en efecto, un tema recurrente en el diseño y no siempre lo nuevo mejora a lo que ya conocíamos.  Es verdad que la silla posee  el  atractivo de ser un elemento exento, con total independencia del  resto del mobiliario. La silla Cesca, por ejemplo,  puede lo mismo estar en un despacho high tech que  en un comedor clásico. Siempre encaja. La silla, en general,  no precisa  relacionarse estéticamente o estilísticamente con lo que le rodea. Esto le da ese atractivo especial que le permite al diseñador una total libertad creativa. Quizás sea esto lo que explica esa proliferación de sillas sin que exista una necesidad apremiante que lo justifique.

¿Piensas que diseñar es una ciencia o un arte?

 Ni lo uno ni lo otro. O mejor dicho ¡de lo uno y de lo otro! De la ciencia posee ese rigor analítico necesario para estudiar ponderadamente los problemas prácticos que se le plantean y del arte esa indispensable dosis de fantasía e imaginación desbordante que permiten cazar ideas en ese cosmos en donde esperan que alguien las capte.

Respecto del diseño, como respecto de todas las actividades creativas, hay dos posiciones.  Sólo se puede aprender un nivel  estándar de creatividad. También se puede aprender un nivel excelente. Durante siglos, la gran creación se interpretaba como un don especial e inexplicable. Ahora hay una cierta democratización de la creatividad, aumentan los talleres de todo tipo, y tienen éxito libros como el de Shenk: “El genio que todos llevamos dentro”.

¿Qué opinas sobre este asunto? ¿Cuáles son tus expectativas como docente?

Como en cualquier otro ámbito creativo existen distintos niveles de calidad. Como he dicho, al diseño hay que exigirle que aporte una mejora sustancial respecto a lo preexistente. Es cuando se logra  ese grado de eficaz ruptura con lo conocido que se alcanza la excelencia. Un diseño ha de proponer un enfoque inesperado que amplíe el bagaje de lo preexistente que asiente un nuevo género taxonómico de lo artificial. Solo abriendo nuevos horizontes creativos  se  alcanza la excelencia. No siempre se logra. Muchos diseños acaban siendo solo una enésima variación sobre un tema conocido que no aporta nada sustancial. Son un “más de lo mismo”. Este tipo de diseños los suelen  promover las industrias por razones consumistas que nada tienen que ver con  la autentica creatividad.

En el  Arte la valoración de la excelencia es muy distinta. De entrada lo que motiva el acometer creativo  no es solucionar  algún  problema práctico. Las obras de arte no tienen la finalidad utilitaria que tienen las del diseño. Lo que un pintor o un músico  pretenden  expresar  sobre un lienzo o en una partitura son esos sentimientos o emociones que le habitan.  La excelencia no puede  valorarse entonces de un modo mensurable racionalmente.  Solo el  autor sabe si  su obra ha logrado expresar lo que pretendía expresar.

Como interesados por la educación, nos gustaría que nos dijera si cree que puede haber una “pedagogía del diseño”

 Por supuesto que hay una “pedagogía del diseño”. En mi libro “Conversando con alumnos de diseño” les explicaba así  el papel pedagógico de las escuelas de diseño.

“Para ejercer correctamente cualquier actividad es preciso dominar el oficio que cada una requiere. Seas diseñador o electricista, pintor de brocha o de caballete, cantante o taxista, todos dependen para ejercer su actividad, de unos conocimientos y unas técnicas que han de dominar. Eso es tener oficio. Es cierto que este oficio podría adquirirse practicando. Aprendiendo de sus propios errores y aciertos. Pero desde siempre han existido maestros para trasmitir a sus discípulos el saber que poseían, para así evitarles tener que repetir errores y acceder directamente a los conocimientos. Las escuelas de diseño tienen ese mismo propósito. No pretenden hacer de vosotros unos genios, sino transmitiros las bases del oficio de diseñador. El talento si lo tenéis ya se manifestará pero lo hará con más facilidad si domináis el oficio. Tener oficio para un diseñador es saber ese montón de cosas que se necesitan para encarar un proyecto. No solo saber cómo manejar unas herramientas o saber analizar la problemática que encierra cada caso, sino entender en qué contexto y procediendo de qué historia todo ello se desenvuelve. El dominio del oficio es indispensable no solo para expresar aquello que la inspiración sugiere, sino también para dar una correcta orientación a lo que se esta haciendo. El oficio es el cimiento sobre el que en cualquier profesión se construyen las obras. Es un conocimiento genérico aplicable en cualquier tipo de proyecto. En cada caso el oficio se amoldará a las circunstancias. Es cierto que no es lo mismo crear un frasco  para un perfume que un contendor de basuras como me ha ocurrido, pero en ambos casos el oficio me ha permitido desenvolverme con la misma soltura. El modo en que me he informado, en que he extraído la esencia de la problemática, la manera en que he interpretado las posibles soluciones. Todo ello lo he extraído de ese conocimiento esencial que es el oficio. Las escuelas os dan la posibilidad de trabajar sobre casos ficticios pero realistas. Como si fueran proyectos profesionales y lo habéis hecho pudiendo contrastar vuestros enfoques e ideas con alguien experimentado que os ha señalado los posibles errores y el porque son errores. Algo que por vuestra cuenta no hubierais podido descubrir. Para eso están las escuelas.”

¿Piensas que hay una “creatividad general”, que es la que hay que fomentar y educar o que solo hay “creatividades específicas”? Por ejemplo, ¿hay una creatividad como capacidad general que unas personas la aplican a la pintura y otras a la música, o son “creatividades especializadas” las únicas que se pueden fomentar?

La creatividad es, por esencia, “general” pues todos poseemos dotes creativas. Las especialidades surgen de un modo natural más adelante. La creatividad es la habilidad excepcional que caracteriza a nuestra especie. Una especie que ha podido sobrevivir a pesar de no haber sido dotada por la naturaleza de las dotes anatómico-fisiológicas necesarias para hacerlo. Ha sido gracias a su ingenio creativo que el hombre ha sabido imaginar entes artificiales que le han permitido suplir esas carencias genéticas. La apremiante necesidad de autosuficiencia que existía en las eras primitivas estimulaba una creatividad latente. En la era industrial en donde nuestro existir depende de un macro-sistema colectivo, esa incitación creativa queda muy mermada. Sin embargo, si cualquiera de nosotros naufragamos, como Robinson Crusoe, en una isla desierta veríamos como, de inmediato, redescubríamos que aún tenemos  esa capacidad de crear lo indispensable para sobrevivir.

Si queremos fomentar la creatividad, el modo de hacer aflorar esa innata aptitud, consiste en incluir en todo currículo escolar materias que permitan que se manifieste libremente. Cada cual entonces tendrá  la posibilidad de descubrir con qué vena creativa tiene más afinidades.

¿Qué importancia dais a los programas informáticos de ayuda al diseño? ¿Crees que facilitan o que limitan la creatividad?

En “Conversando con alumnos de diseño” ya daba mi punto de vista sobre este tema: En mi caso el ordenador ha llegado tarde para que lo utilice como herramienta de diseño. Mi herramienta más fiel sigue siendo el lápiz. Aun reconociendo que el ordenador es de una gran utilidad, creo que para el trabajo de reflexión que la creatividad precisa, el lápiz sigue siendo insustituible. Con el ordenador ya no es la mano suelta la que dibuja, ya no existe esa relación motriz-visual instantánea (…) La mente y la mano, la idea y el gesto, han de trabajar juntas a la hora de plasmar soluciones. Lo cual no quita que la informática es hoy una excelente herramienta para el diseño. A la hora de hacer planos técnicos e imágenes virtuales es una herramienta indispensable. La enorme evolución de los medios técnicos de diseño asistido por ordenador, ha permitido unos medios de visualización inmediata, de infinidad de combinatorias y de vastos repertorios de formas, imágenes y colores que facilitan mucho el trabajo.

Desde un principio he creído en estas cualidades del ordenador hasta el punto que fui el primero en imponer el ordenador en una escuela de arte y diseño. Lo que en esos años pareció a algunos una herejía. Pero siempre limitando su uso a esos aspectos complementarios en que es insuperable.

Las dos caras del diseño: Funcionalidad vs. Estética

Desde que nos levantamos hasta que nos volvemos a acostar, día tras día a lo largo de toda nuestra vida, estamos rodeados de objetos. Puede que no seamos conscientes, pero desde el brick de leche hasta el interruptor de la lámpara que apagamos por la noche, todo lo que usamos ha sido producido por el hombre, y por lo tanto, responde al diseño.

 EC | Madrid | Marzo 2013

Nuestro mundo es un mundo de objetos: el hogar, el trabajo, el transporte, la ciudad, incluso nuestro propio cuerpo (pensemos en vestimenta y adornos) están constituidos o rodeados por objetos. Todo objeto posee una función, y ha sido previamente diseñado para eso. Los objetos son útiles, satisfacen nuestros deseos y necesidades y, a veces, incluso llegan a estorbarnos. Vivimos sumidos en una sobreabundancia de objetos. Es esta disparidad de formas y funciones lo que hace que sea tan difícil precisar una definición única de diseño. Ni siquiera los propios diseñadores o expertos en la materia son capaces, y lo reconocen abiertamente. Además, el diseño sufre los devenires históricos, y ha atravesado diversas etapas con filosofías diferenciadas. Básicamente las dos grandes tendencias que podemos apreciar en el mundo del diseño, desde un edificio a una silla pasando por una moto o un secador de pelo, son las que priman o bien la estética o bien la funcionalidad. Si bien lo ideal es un punto medio -objetos que además de útiles sean hermosos-, encontramos extremos: de lo puramente eficaz, objetos lo más simples posible y en que sobra todo adorno, a la exageración del diseño, como algunos modernos hoteles o la alta costura, que se acercan más al arte y que poseen diseños muy potentes, pero cuya utilidad resulta discutible.

Como ejemplo de ambas posturas, tenemos, en primer lugar la sentencia de Adolf Loos, un importante arquitecto vienés, en 1899: “Ornamento es delito”, haciendo gala de un racionalismo rotundo.

Por otro lado, está el caso del sillón Red and Blue (1919) de Rietveld, inspirado en la obra pictórica de Mondrian. Líneas rectas, rígidas y salientes, no es el típico sillón mullido que invita a sentarse. De hecho, el diseñador pretendía que quien usara su sillón permaneciera concentrado y no se relajase mucho. Sin embargo, es un diseño que ha pasado a la historia a pesar de no cumplir muy bien su misión como elemento de descanso.

De acuerdo a la primera línea de pensamiento -el funcionalismo- se sitúa Bruno Munari (1907-1998), personalidad italiana muy al estilo de los célebres “hombres del Renacimiento”: diseñador a la par que humanista, interesado en la pedagogía, el urbanismo, la psicología, la didáctica… En su obra se entretejen innovadoras ideas sobre el diseño con avanzadas reflexiones acerca de la educación de los niños, la vida en las ciudades, el confort de los hogares, la estética, la pragmática y una cierta filosofía de los objetos. Para él, la plenitud de los objetos es ser útiles al hombre. Considera el diseño como la solución a un problema. No es una actividad abstracta que busque sólo la belleza.

“Creatividad no quiere decir improvisación sin método” (Cómo nacen los objetos, Bruno Munari, pg. 19)

El diseño es, por tanto, la culminación de un proceso que comienza cuando el diseñador se enfrenta a un problema funcional, que debe resolver siguiendo una metodología proyectual, es decir, descomponiéndolo y avanzando paso por paso. Este método es un camino que conduce a la meta, camino siempre nuevo en cada proyecto. Un buen diseñador es el que conoce las exigencias del camino y del andar. El método ayuda a llevar a cabo los proyectos, puesto que va dando las pautas a seguir. No coarta la libertad expresiva. No se puede crear en ausencia de restricciones; el diseñador necesita saber qué requisitos ha de cumplir el producto que debe crear. Las reglas del método no bloquean la personalidad del diseñador, más bien al contrario; le estimulan a descubrir algo que, eventualmente, puede resultar útil también a los demás.

Munari proporciona una serie de elementos que deben tenerse en cuenta para valorar el diseño de un producto: material, peso, dimensiones, manejabilidad, ergonomía, mantenimiento, embalaje, funcionalidad, toxicidad, duración, valor social, esencialidad o precedentes, esto es, analizar si ese producto en concreto ha seguido una evolución lógica. ¿Y la estética? El italiano la entiende como “el modo coherente con el que las partes forman un todo”, y la opone a moda o estilo, conceptos que critica: “muchos objetos están producidos para representar un símbolo de bienestar, de lujo o de clase. Estos no son objetos de diseño, ya que el diseño no se dedica a estas frivolidades en las que mucha gente se gasta un montón de dinero.” (Ídem, pg. 109)

En su Complejidad y contradicción en la arquitectura de 1966, Robert Venturi, un arquitecto estadounidense, defiende una posición contraria a la arquitectura moderna, a la que acusa de buscar sólo la diferencia y la novedad. Reduce la arquitectura a un fenómeno perceptivo, a un juego de formas que transmiten mensajes a nuestros sentidos. Destaca entonces su capacidad expresiva. Es la función lo que realmente interesa, y las formas potentes que se derivan de la expresión funcional.

“El diseño no consiste en hacer bello lo útil, ni hacer bueno lo bello, ni hacer útil lo bueno. Un buen diseño encuentra su ciencia, su ética y su estética en su simple globalidad”. Jorge Wagensberg.

Para el diseñador español André Ricard, el diseño no inventa nada. Diseñar significa hallar nuevos modos de atribuir los distintos componentes de las cosas que solemos usar para que resulten más manejables, más cómodas y más comprensibles. En otras palabras, diseñar consiste en dotar a las cosas cotidianas de una mejor manera de sernos útiles. El diseño implica ser a la vez ocurrente y oportuno al combinar las formas y los dispositivos necesarios a la función, unos dispositivos de sobra conocidos, pero que el diseño distribuye de un modo diferente. Diseñar, contrariamente a lo que a menudo se cree, es algo más que hacer estético lo útil.

“Si bien es cierto que las cosas bien diseñadas son estéticamente bellas, ésta no es la prioridad. Es sólo la feliz consecuencia de un acertado agenciado de sus elementos funcionales. Lo esencial en un diseño es que una nueva creación ofrezca ventajas que no tienen los productos existentes. Cuando sólo se ofrece un cambio de look sin más, sin mejora alguna, el diseño no alcanza su dimensión creativa.”(Hitos del diseño, pg. 16)

El buen diseño es un factor que influye mucho en la calidad de nuestro bienestar, pues el bienestar depende en buena medida de la calidad de todo lo que compone nuestro entorno.

Al final, por encima de vestidos extravagantes, zapatos imposibles, hoteles tan modernos que no se sabe ni cómo funciona el grifo y sillas incómodas, parece que el diseño se nutre de la funcionalidad, de facilitar nuestras condiciones de vida y aumentar la comodidad. A veces con un gesto tan simple como añadir un “cuello” cónico a las vinagreras (Rafael Marquina) para evitar goteos. Así lo expresa André Ricard en un libro que recoge 21 proyectos de diseño explicados por sus autores:

“Lo que destaca a lo largo de estas historias es que, a pesar de esa diversidad de sensibilidades, de culturas y de temas, todos estos diseños se vertebran siempre en torno a un mismo concepto: lograr una mejora de las cualidades funcionales y formales de las cosas que necesitamos en nuestra vida cotidiana. Esa es la auténtica misión del diseño”.  (Casos de diseño pg. 46)

Fuentes
– ¿Cómo nacen los objetos? Bruno Munari. Ed. Gustavo Gili, Barcelona 1983.
Diseño desde 1850 hasta la actualidad. Enrico Mortero. Electa, Barcelona, 2008.
Hitos del diseño. Cien diseños que hicieron época. André Ricard. Ariel, Barcelona, 2009.
Casos de diseño. André Ricard. Ariel, Barcelona, 2012.
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– Imagen portada: Licencia Creative Commons. francisco.j.gonzalez.

La universidad Pixar

Pixar es uno de los estudios cinematográficos más innovadores y a la vez más aclamados por la crítica. Desde su primera película, Toy Story (1995), han desarrollado tal cantidad de innovaciones tecnológicas que han cambiado la industria del cine de animación. Entre cortos y largometrajes cuentan con más de 30 títulos que les han reportado multitud de premios, entre otros, 22 Oscar de la Academia.

Despreciada por Disney, Pixar logró el auspicio de Steve Jobs durante sus primeros años, para volver, ya convertida en una empresa de culto, al seno de Disney en 2006. Eso sí, bajo sus propias reglas y con absoluta libertad de acción.

La cultura empresarial de Pixar resulta fascinante, aunque lo que más llama la atención es la Universidad Pixar, un programa de talleres, actos sociales, conferencias y seminarios que se desarrollan a diario en el campus Pixar.  En él se imparten más de 100 cursos: estudios sobre cine, pintura, dibujo, escultura, escritura, un grado en Bellas Artes y Cinematografía… Pero lo más destacable es que cualquier miembro de la plantilla de Pixar, ya sea animador, contable, cocinero o ayudante de producción, puede dedicar 4 horas laborables cada semana a la Universidad Pixar. La universidad forma parte del trabajo de todos. En sus aulas no hay separación entre niveles de empleados. Personas de todos los ámbitos están en contacto permanente, y esto genera un flujo de ideas constante que redunda en inmensos beneficios a Pixar. La universidad Pixar es una forma de vigorizar la imaginación de todos sus empleados, de descubrir posibles talentos, y de dotar a sus miembros de un sentimiento de pertenencia y comunidad.

Esta idea responde a lo que se ha dado en llamar “universidades corporativas”. La primera fue ideada por Motorola en 1981. Se trata de estructuras internas de las compañías pensadas para mejorar el rendimiento personal de los trabajadores y, por extensión, el de toda la empresa.

Pixar no sólo atrae talento, sino que lo retiene y estimula. A base de fomentar el talento individual, se fomenta el talento del equipo.

Central de diseño Matadero de Madrid

El centro de creación contemporánea Matadero Madrid recoge un espacio dedicado exclusivamente al diseño, en el que se generan todo tipo de proyectos relacionados con éste. La “Central de Diseño” es un espacio de 1.600 m2, que ha sido cedido por el Área de las Artes del Ayuntamiento de Madrid a Fundación Diseño Madrid (DIMAD) para su gestión.

La “Central de Diseño” acoge desde aspectos más experimentados hasta actividades formativas, divulgativas y de creatividad cotidiana, de acuerdo con los objetivos de la DIMAD, focalizados en la promoción, proyección y divulgación de la cultura del diseño. Esta Entidad sin ánimo de lucro concibe el diseño como un puente entre la cultura y la economía, trabajando para ello con empresarios, instituciones públicas, centros de enseñanza del diseño y profesionales del sector.

Entre las actividades de la “Central de Diseño”, encontramos exposiciones, encuentros de enseñanza y diseño, semanas de arquitectura y diseño verde, jornadas de economía y diseño, diálogos, desfiles de moda, talleres, presentaciones, mesas redondas, conferencias, seminarios, encuentros de networking, cursos o talleres infantiles.

Fuentes
Matadero de Madrid
Central de diseño di_mad