Hay algo más allá de la genética, y ese algo es la epigenética. Si imaginamos nuestra secuencia de nucleótidos como el libro en el que está escrito nuestro destino, la epigenética funcionaría como la ortografía y la gramática, los signos de puntuación y las separaciones que dotan de sentido a la narración. Estos puntos y comas aparecen de forma natural en nuestro ADN, pero además pueden añadirse según interactuemos con el entorno, en función de nuestros hábitos de vida. Nuestro estado físico y mental viene determinado por una combinación de la genética con la que nacemos y los factores ambientales con los que interactuamos. Y la epigenética, una joven disciplina científica, establece un puente entre ambos elementos.
Hasta hace no demasiado tiempo se pensaba que los genes tan solo podían modificarse por medio de alteraciones en la secuencia de ADN conocidas como mutaciones, pero ahora se sabe que existe otro motor de variación: la epigenética, es decir, las modificaciones químicas del material genético que no producen cambios en la secuencia de nucleótidos. Estas modificaciones consisten básicamente en la adición de determinadas moléculas a la cadena de ADN, provocando el silenciamiento del gen sobre el que actúan.
Interruptores genéticos
Uno de los mecanismos epigenéticos más conocidos es la metilación, que consiste en la adición de moléculas de metilo a la cadena de ADN. Cuanto más metilado esté un gen, más probable será que éste no se exprese. Los diferentes estilos de vida, las costumbres o el tipo de alimentación contribuyen al diferente grado de metilación de nuestros genes. El ambiente, por tanto, puede modificar nuestro ADN a nivel epigenético, pudiendo llegar a provocar el silenciamiento de algunos genes.
España, referencia mundial
Nuestro país es una referencia mundial en este campo de la ciencia, gracias a Manel Esteller (San Baudilio de Llobregat, 1968) y a su equipo de investigación del IDIBELL (Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge). Esteller, autor de más de 200 artículos científicos y ganador en 2011 del Premio Nacional de Genética, ha contribuido junto con su equipo de manera notable al avance de la ciencia con sus investigaciones sobre la epigenética y su implicación en procesos fisiológicos y patológicos. Esteller realizó en 2005 un experimento con gemelos en el que estudiaba cómo la epigenética iba diferenciándolos con el paso del tiempo en base a sus distintas formas de vida y cómo se veían afectados por distintas enfermedades a pesar de compartir el mismo ADN. Este joven investigador es también pieza clave en el desarrollo del proyecto para conocer el epigenoma humano en que se halla inmersa la comunidad científica.