El expertise (la pericia)

El expertise o pericia se refiere a las características, destrezas, y conocimientos que distinguen a los expertos de los novatos y de las personas menos experimentadas.

EC | Madrid | Febrero 2013

Son muchos los que piensan que el talento es innato, pero numerosos estudios han revelado la necesidad de un trabajo deliberado y continuado en el tiempo para construir un experto. Una buena representación de estos estudios se recogieron en el Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance, un manual de unas 900 páginas que incluye contribuciones de científicos que han estudiado la pericia y la ejecución perfecta en una amplia variedad de dominios: la cirugía, la actuación, el ajedrez, la escritura, la programación informática, el ballet, la música, la aviación, etc.

El expertise implica el  acceso selectivo a la  información relevante, el aprendizaje de qué información es relevante y cuál es superflua o tangencial (Feltovich, Prietula y K. Anders Ericsson). Y además conlleva una organización eficiente del conocimiento. Los expertos utilizan estrategias de resolución de problemas más eficaces que los novatos (Buchanan, Davis y Feigenbaum)

Para Michelene T.H.Chi, si queremos entender cómo los expertos ejecutan sus acciones y por qué son más capaces que los no expertos, debemos entender cómo se organiza y estructura su conocimiento y cómo sus representaciones pueden diferir de las de los novatos.

La naturaleza del expertise puede ser determinada de dos maneras diferentes. Una de ellas es ver cómo ejecutan los expertos las tareas que son familiares o intrínsecas a su dominio. Alternativamente, se pueden utilizar tareas forzadas o planeadas, que no mimetizan las que realiza normalmente un experto.

Pedir a un experto que realice una tarea forzada o planeada es preferible a pedirle que realice una tarea familiar o intrínseca, porque en este segundo caso solamente servirá esto para comprobar que es más rápido, comete menos errores, y en general es mejor que el novato. Sin embargo, al pedirle que ejecute tareas forzadas o planeadas, éstas pueden  ser realizadas de manera igual de competente por un experto que por un novato. Y no es por tanto únicamente la forma de completar, la eficacia, o la corrección de la ejecución lo que se evalúa, sino que ésta revela cosas acerca de la estructura de conocimiento del individuo, ya sea un experto o un novato; y además este tipo de tareas arrojan luz sobre los defectos de un experto. Sin embargo, una limitación que muestra este tipo de tareas es que la tarea forzada o planeada, si se separa mucho de la tarea familiar, el modelo de ejecución que resulta puede ser un modelo de cómo la persona se adapta a la tarea, no un modelo de su expertise. Michelene Chi examina 4 tipos de tareas planeadas o forzadas: recordar, percibir, categorizar, y los informes verbales.

John B. Carroll propuso en 1963 su” modelo de aprendizaje escolar”. El modelo de Carroll, aunque no es una teoría del aprendizaje per se, sin embargo demostró una ecuación práctica de cómo se obtiene la maestría en las tareas individuales y desafió las nociones tradicionales de aptitud estudiantil. Su modelo representaba la adquisición del expertise principalmente en función del tiempo: el tiempo requerido para el aprendizaje (la aptitud), el tiempo que se estaba dispuesto a emplear en el aprendizaje (la perseverancia), y el tiempo que se destina realmente para el aprendizaje (la oportunidad).

Benjamin Bloom presentó su teoría del “aprendizaje maestro” en el año 1976. En la década de los ochenta, Bloom publicó un libro de enorme repercusión, Desarrollando el talento en la gente joven, en el que examinaba los factores críticos que contribuían al talento. Analizó la infancia de 120 representantes destacados de la música, las artes, las matemáticas o la neurología, y nada en ellos indicaba que fuesen a tener un éxito posterior. Todos ellos habían practicado intensamente, habían estudiado con profesores devotos, y habían recibido apoyo entusiasta de su familia durante la época más temprana de su vida.

K. Anders Ericsson fue el autor de una línea saliente de investigación empírica, al comenzar a investigar la “ejecución experta”, un término que utilizaba para describir ejecuciones consistentes, mensurables, y reproducibles de los mejores ejecutores mundiales en una amplia variedad de dominios. Su modelo se diferenciaba de otros anteriores en su propuesta de que el tiempo y la práctica por sí solos no podían producir niveles elevados de ejecución humana. Ericsson proponía un tipo particular de ejercicio que denominaba “práctica deliberada”, una técnica que implicaba un compromiso mental pleno y orientado hacia el objetivo de vencer los límites de ejecuciones actuales. Su trabajo ha recibido una enorme atención tras los libros de Malcom Gladwell, fueras de serie, y de Geoff Colvin, El talento está sobrevalorado, que ponen el énfasis en el comportamiento y el diseño de una práctica deliberada para lograr ejecuciones extraordinarias. Ericsson señaló en un artículo que eran necesarias 10.000 horas (20 horas a la semana durante 50 semanas al año por diez años=10.000) de práctica deliberada para convertirse un experto en prácticamente cualquier cosa.

La noción de práctica deliberada va mucho más allá de la simple idea del trabajo duro. Para Ericsson, “la práctica deliberada es una forma de actividad muy especial que se diferencia de la mera experiencia y la ejercitación mecánica”. Considera que “a diferencia de la alegre competencia con los pares, la práctica deliberada no es inherentemente placentera…no implica una mera ejecución o repetición de destrezas ya alcanzadas sino un intento repetido de ir más allá de nuestro nivel actual, lo que conlleva fracasos frecuentes. Los artistas y deportistas en ciernes se concentran en el mejoramiento de aspectos específicos mediante actividades de práctica diseñadas para cambiar y refinar mecanismos mediadores particulares, lo que requiere resolver problemas y depurar su rendimiento aprovechando la retroalimentación”.

En un artículo para el Harvard Business Review, K. Anders Ericsson, Michael J. Prietula, y Edward T. Cokely señalan que la práctica deliberada implica la realización de esfuerzos considerables, específicos, y sostenidos para hacer algo que no puedes hacer bien, o que simplemente no sabes hacer. Las investigaciones muestran que solamente trabajando en lo que no puedes hacer te puedes llegar a convertir en el experto que deseas ser.

Cuentan que cuando Pau Casals tenía noventa y un años fue abordado por un estudiante que le preguntó: «Maestro, ¿por qué continúa practicando?», Casals respondió: «Porque hago progresos».

Fuentes
The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance. Editado por K. Anders Ericsson, Neil Charness, Paul J. Feltovich, Robert R. Hoffman. Cambridge University Press, 2006.
– Ericsson, K.A., Krampe, R.Th. and Tesch-Romer, C. (1993). The role of deliberate practice in the acquisition of expert performance. Psychological Review, 100, pp393-394.
The Making of an Expert. K. Anders Ericsson, Michael J. Prietula, y Edward T. Cokely. Harvard Business Review, Julio 2007.
– Shenk, El genio que todos llevamos dentro. Ariel, Barcelona, 2011.
– Doidge, Norman. The Brain that Changes Itself, Penguin Books, Nueva York, 2007, p. 257.
– Imagen artículo: Licencia Creative Commons. José María Moreno García
– Imagen portada: Licencia Creative Commons. Guneyc.

Altas capacidades y formación de hábitos

Piensa en un niño superdotado. Seguramente, te lo estarás imaginando con gruesas gafas, tirantes, un poco rarito, sabihondo y sin más amigos que los libros y la calculadora. Es un poco pesado, patoso y algo prepotente. Un empollón que saca todo dieces y llegará a ser un gran científico. Todo esto es producto del estereotipo que crean el cine y la televisión; una distorsión que perjudica a estos niños.

 EC | Madrid | Febrero 2013

La mitología que rodea a los genios no es menor en el caso de los “superdotados”. Estos dos conceptos se suelen identificar en el ámbito intelectual, pero ninguno de ellos es adecuado, desde que en 2006 el Ministerio de Educación sustituyera el término “superdotado” por “altas capacidades intelectuales” (AACC), a petición de la plataforma PLADES. Poseer altas capacidades no sólo depende del cociente intelectual. Si bien este es un factor a tener en cuenta (debe ser superior a 130), también deben darse altos niveles de creatividad, gran motivación y persistencia en la tarea, mayor madurez en los procesamientos de información y manifestarse durante la etapa de desarrollo.

La mayoría de publicaciones sobre niños con altas capacidades dedican páginas a enumerar y desmentir esas ideas preconcebidas que circulan sobre ellos. Lo cierto es que algunas de estas descabelladas ideas son en parte culpables de que no lleguen a sacar todo el partido a sus capacidades, lo que es frustrante para ellos y un desperdicio de talento a nivel de sociedad.

Uno de los errores más comunes es pensar que no necesitan ayuda. ¿Acaso no son tan listos? No nos engañemos. Los niños con AACC no aprenden por ciencia infusa. Necesitan alguien que les explique, les oriente, les enseñe a procesar una información y les prepare para estudiar. En contra de lo que suele pensarse, estos niños no tienen el éxito académico asegurado. No basta con tener AACC. Estamos hablando de capacidades, y estas no son propiedades estáticas, sino que necesitan trabajarse, desarrollarse. Los niños con AACC forman parte del alumnado con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación). Precisamente por sus características particulares, estos chicos necesitan unas directrices adecuadas que les ayuden a sacar el máximo rendimiento de ellas: un tratamiento individualizado y acorde con su nivel, que no pierda de vista su infancia ni su heterogeneidad. Desde luego, no todos los chicos con AACC son iguales. Para que las AACC puedan desarrollarse, resulta indispensable la detección temprana seguida de adaptaciones curriculares y actividades de apoyo, enriquecimiento y ampliación.  Necesitan enfrentarse a retos.

Si estos niños no adquieren unos hábitos de trabajo, pueden caer en el fracaso escolar. Existe un momento especialmente crítico: el paso de Primaria a Secundaria, que supone un gran cambio. Es uno de los problemas que más se detecta durante su adolescencia, y se debe a la falta de hábitos de estudio y trabajo. Cuando son más pequeños, su mayor capacidad les hace rápidos en las respuestas y soluciones, por lo que necesitan muy poca dedicación para terminar las tareas escolares. Se acostumbran a hacer los ejercicios bien y rápido, casi sin prestar atención. No aprenden a dedicar tiempo a las tareas, y esta falta de hábitos les pasa factura en cursos superiores, cuando las asignaturas se hacen más complejas. Si empiezan a sacar buenas notas sin esfuerzo, les costará dedicar tiempo al estudio. Por eso es fundamental fomentar en los niños con AACC hábitos de estudio. Estos deben iniciarse desde una corta edad, se tengan o no AACC. Es un error pensar que por tener una mayor capacidad no necesitan ayuda ni horarios. Al fin y al cabo, no dejan de ser niños.

“En los últimos tiempos, en el sistema educativo se ha valorado muy poco la educación en el esfuerzo, concepto básico para lograr alcanzar los objetivos con éxito”. (Cómo detectar alumnos con altas capacidades intelectuales, pg. 34)

Paul Torrance es conocido por ser el padre de los tests más famosos de creatividad. Fue uno de los primeros psicólogos en demostrar la conexión entre creatividad y alta capacidad intelectual.  En los años 50 y 60 el mundo de la psicología y la educación estaba más impresionado y preocupado por el cociente intelectual que por la creatividad. Había una especie de distinción entre los niños con alto CI (estudiosos, tranquilos, aplicados) y los niños creativos (alocados, a su aire). Este autor se dio cuenta de que los niños muy creativos suelen ser también muy inteligentes. Tradicionalmente, conceptos como curiosidad, imaginación, descubrimiento, innovación e invención se asociaban invariablemente a la creatividad. Pero ¿qué pasa con la perseverancia, el trabajo, la dedicación…? Como si estos fueran los recursos de “los normalitos”, mientras que los niños sobresalientes ya tienen su don y no necesitan nada más.

En su obra Orientación del talento creativo, Torrance fue lo suficientemente sensato como para explicar que los niños altamente dotados deben aprender a mantener sus propósitos, a tolerar la incomodidad que suponen los fines de largo alcance, a enfrentar tareas arduas y a aceptar los fracasos.  Fue uno de los primeros autores en señalar que, en contra de la creencia de que el alto cociente intelectual asegura el éxito académico y profesional, por encima de todo se necesita constancia y dedicación a las tareas. En el artículo sobre los procesos inventivos, vemos que en una encuesta hecha a inventores acerca de qué cualidades debe reunir todo buen inventor, la más repetida fue la perseverancia, por encima de la originalidad o la imaginación.

A día de hoy, la formación de hábitos en los niños con AACC, es una necesidad asumida por los expertos, pero no aún por la opinión popular. En la mayoría de los casos de superdotados con bajo rendimiento académico, se observa una carencia de hábitos de estudio. En un manual sobre niños con AACC, leemos:

“Si su hijo superdotado tiene un bajo rendimiento escolar, es preciso que compruebe y controle sus deberes para estar seguro de que completa sus tareas con una calidad suficiente… Si ha hecho sus deberes con poca atención o de forma descuidada, indíqueselo, pero sea cauto en cómo lo hace… En el caso de que tenga la sensación de que no comprende un determinado concepto, tómese su tiempo para explicárselo. No caiga en el error de considerar, como ya se ha planteado, que por el hecho de ser superdotado no precisa ayuda”  (Niños superdotados, pg. 90)

Las reglas para inculcar hábitos de trabajo son las mismas para todos los niños:

No tienen que ponerse a trabajar nada más llegar de la escuela, deben tener un rato libre para merendar, jugar, estar con amigos… (lo ideal sería la práctica de algún ejercicio). También deben disponer de otro rato de ocio cuando terminen, para hacer algo que les guste, ya que el hecho de tener una “recompensa” al acabar es motivador. Deberían tener un horario fijo para los deberes; el tiempo dedicado dependerá del curso. Igual del importante que el tiempo es el espacio. Está bien que dispongan de un sitio “suyo”, tranquilo y bien iluminado. Por parte de los padres,  tienen que mostrar interés por las tareas, pero no estar excesivamente pendientes. Hay niños que utilizan las dudas y preguntas constantes para llamar la atención, y el objetivo de la tarea extraescolar es hacer más autónomos y responsables a los niños.

También es muy importante el ambiente en que viven los niños con AACC: “No es lo mismo tener un contexto estimulante, rico, culturalmente favorecedor, que un ambiente donde las condiciones para poder desarrollar las altas capacidades estén limitadas”. (Cómo detectar alumnos con altas capacidades intelectuales, pg. 124)

Estas condiciones son igual de importantes para los niños con todo tipo de capacidades. Por lo que comprobamos que las personas con AACC no son tan diferentes del resto como puede pensarse. No son genios destinados a triunfar en la vida, sino que, al igual que todos, necesitan aprender a desarrollar sus talentos.

Fuentes
– Paul Torrance. Orientación del  talento creativo. Troquel. Buenos Aires 1969.
– Mª Teresa Fernández Reyes y Mª Teresa Sánchez Chapela. Cómo detectar alumnos con altas capacidades intelectuales. Editorial MAD Eduforma, 2010.
– Amparo Acereda Extremiana. Niños superdotados. Pirámide. Madrid 2010.
– Imagen artículo: Licencia Creative Commons. Bambo.
– Imagen portada: Licencia Creative Commons. Antonio David Fernández.

El mito del genio

Quien haya visto Amadeus, de Milos Forman, recordará un Mozart impertinente, pendenciero, vago, derrochador… pero que escribe obras maestras directamente desde su portentosa cabeza, sin correcciones ni tachaduras. La voz de Dios, un genio. No son pocos los libros que se empeñan en señalar la falsedad de esta visión y de muchas otras leyendas de “genio fácil”.

 EC | Madrid | Febrero 2013

El mito de los dones se retrotrae a la antigua Grecia, cuando se pensaba que los poetas componían sus obras gracias a la visita de las musas. Los autores no eran más que el mero vehículo o canal que usaban las musas para manifestarse. No tenían, pues, mérito alguno; eran pasivos, nada  había de ellos en sus composiciones. Escribir grandes tragedias no estaba al alcance de cualquiera. Tenías que tener la buena fortuna de que las musas quisieran poseerte. Pero eso no depende de uno mismo. Ya en el Romanticismo nos encontramos con el genio atormentado, el artista maldito que habita en los márgenes de la locura y de la sociedad.

“No preguntes, joven artista, ¿qué es el genio? O lo tienes, y entonces lo sientes por ti mismo, o no lo tienes y entonces nunca lo sabrás” (Rousseau)

Con el avance de la ciencia, la mitología del genio se traslada a los genes. El talento es una cuestión de genética. Si tienes la suerte de recibir una buena herencia, ¡enhorabuena! Si no, serás uno más. Esto, en cierto modo, nos resulta reconfortante: no pasa nada si no somos “especiales”, no es elección nuestra, uno no elige sus genes al igual que no puede invocar a las musas a su antojo.

Pero de un tiempo a esta parte se lucha por derribar estos mitos. La creatividad, el talento y la inteligencia no son cosas que se tienen o no se tienen. Son procesos, y los procesos dependen del entrenamiento, de la práctica… Pueden fomentarse y adquirirse. Están al alcance de todos.

La visión mística de la creatividad se debe, entre otras cosas, a que el pensamiento creativo se concibe como un acontecimiento extraordinario que requiere explicación. La mayoría de los testimonios de autores acerca de cómo compusieron una obra o idearon un producto, suelen ser a posteriori, y es normal que pasado un tiempo no se recuerden todos los detalles de la composición, sobre todo si se trata de pequeños pasos paulatinos. Muchas veces ni siquiera uno mismo sabe de dónde le viene una idea, en especial si se te ocurre de repente, como vimos en el número 8 con la serendipia. El recuerdo puede deformarse, y no tenemos medios de retroceder en el tiempo para comprobar que la composición realmente ocurrió como se cuenta. Es mejor ser precavido ante estos relatos, aunque la gente prefiere las historias fantásticas. Como decía Gruber, tendemos a quedarnos con la versión triunfante de una idea, la vemos ya terminada, flamante, salida de la nada, y no prestamos atención a esas luces previas que la hicieron posible. Además, el proceso de desarrollo del talento es muy lento y difícil de detectar desde el exterior. No se aprecia a simple vista, ya que alcanzar maestría lleva años.

De hecho, si examinamos detenidamente las historias de los grandes genios descubrimos que hay muy poco de verdad en esas hazañas excepcionales que de ellos se cuentan. Sí hallamos, en cambio, cosas más mundanas como esfuerzo, trabajo y constancia.

Quizá el personaje más indicado para ilustrarnos sea Mozart, ese niño divino cuyas tempranas proezas (sin duda impresionantes) se nos desvelan lógicas si tenemos en cuenta sus circunstancias y consideramos su extraordinaria formación.

“La gente comete un tremendo error cuando piensa que mi arte me ha llegado con facilidad… Nadie ha dedicado tantísimo tiempo y pensamiento a la composición como yo.” (Carta de Mozart a su padre)

Se podría decir que la música inundó la vida de Mozart desde mucho antes de nacer, y su infancia fue muy distinta de la de cualquier niño de su época. Su padre, Leopold, era un músico sumamente ambicioso, compositor y maestro. Había logrado convertirse en subdirector musical, máximo cargo al que podía aspirar. También publicó un Tratado sobre los principios fundamentales del violín. Sin embargo, siempre había soñado con ser un gran compositor, y al convertirse en padre, trasladó esas aspiraciones a sus hijos. Primero se concentró en su hija Nannerl. Leopold tenía un sofisticado método de enseñanza musical. Puede que como músico fuese uno más, pero como maestro de música estaba siglos por delante de su época. La niña llegó a ser una excelente pianista y violonchelista. Cuatro años y medio después nació Wolfgang, y el terreno no podía estar más abonado. Recibió todo lo que ella había recibido, pero mucho antes y de forma más intensa. El pequeño estaba fascinado con su hermana y no hacía otra cosa que empaparse de su pasión. “Gracias al veloz desarrollo de su oído, su profunda curiosidad y la avalancha de saber práctico que le proporcionó su familia, consiguió activar un proceso de desarrollo acelerado”. (El genio que todos llevamos dentro, Shenk, pg. 68)

Todo en la infancia de Mozart respondía a un plan perfectamente trazado por su padre. Su extraordinaria juventud le convertía en una atracción donde quiera que fuese, y al ser varón tenía todas las puertas abiertas, al contrario que su hermana mayor. En el siglo XVIII no eran habituales los “niños prodigio”. En la actualidad, sin embargo, muchos niños formados en rigurosos métodos musicales, como el Suzuki, tocan igual de bien.

Así que el misterioso genio infantil es en realidad “la consecuencia combinada de una exposición temprana, una instrucción excepcional, la práctica constante, el apoyo y estímulo de la familia y una voluntad intensa de aprender por parte del niño”. (Ídem, pg. 70)

Después de Mozart, otro genio de la música, Beethoven, proclamaba “Hago muchos cambios, y los rechazo y lo intento de nuevo, hasta que estoy satisfecho” (Ídem, pg. 65). Nietzsche citaba los cuadernos del compositor, que revelaban un proceso lento y meticuloso de pruebas y ajustes, para ilustrar su concepción de los grandes artistas. Inútil; el público prefiere la idea más seductora de las dotes innatas.

“Todos los grandes artistas y pensadores son grandes trabajadores, infatigables no solo a la hora de inventar sino a la de rechazar, cribar, transformar, ordenar”. (Humano, demasiado humano, Nietzsche, citado por Shenk, pg. 65)

El problema es que si sólo nos fijamos en la solución creativa, el proceso completo nos parecerá muy misterioso. En realidad, los procesos que generan ideas creativas no son muy diferentes de los que usamos para solucionar problemas.

Weisberg es otro autor que se dedicó a desmentir el mito de los genios, y afirma que  “La creatividad es una actividad resultante de procesos de pensamiento ordinarios de individuos ordinarios” (Creatividad. El genio y otros mitos, pg. 15). Por lo tanto, es algo al alcance de cualquiera, no un proceso mágico ni milagroso.

“Todas las acciones humanas entrañan una cierta creatividad, lo que indica que para su manifestación no se requieren ni procesos mentales extraordinarios ni individuos fuera de lo común.” (Weisberg)

Para Weisberg, la acción creadora es lenta y progresiva; “incremental”, y parte siempre de los conocimientos previos del sujeto. Los genios son en realidad grandes trabajadores que no dejan nada al azar. Y si alguna casualidad se cruza en su camino, ellos saben verla y aprovecharla. No se tumban a la espera de un golpe de inspiración; sino que la persiguen. Su experiencia previa, la práctica, el entrenamiento, la perseverancia, el esfuerzo y la dedicación son los verdaderos responsables de la genialidad.

Fuentes
– Robert W. Weisberg. Creatividad. El genio y otros mitos. Editorial Labor, Barcelona 1987.
– David Shenk. El genio que todos llevamos dentro. Ariel 2011.
– Imagen artículo: Licencia Creative Commons. Marcosesperon.
– Imagen portada: Licencia Creative Commons. Osolev.

Por niños, para niños

Cassidy era una niña normal a la que le encantaba dibujar y colorear. Solía usar ceras de colores, pero estas no dejaban de romperse. ¡Qué rabia! Un día se le ocurrió meter las ceras dentro de un tubito de plástico que encontró por casa. Las ceras quedaban protegidas y no se volvieron a partir. Además servía para meter los trozos de cera y poder usarlos cómodamente. Con la ayuda de su madre, Cassidy logró patentar su idea a los 14 años, y hoy es un producto que se comercializa en EEUU.

Su madre, Norm Goldstein, se percató del potencial inexplotado que se encierra en la mente de los más pequeños. Como son niños, nadie les hace caso, aunque sean capaces, efectivamente, de idear productos útiles como el de su hija. Investigó un poco y descubrió que una gran cantidad de inventos se debían a niños: la televisión electrónica, la máquina de coser, el Braille…

Así fue como nació, en 2003, By kids for kids (BKFK) para dar oportunidades a los jóvenes inventores. La compañía escucha las ideas y ofrece ayuda para conseguir las patentes y comercializar los productos que lo merezcan.

Colabora con varias empresas (Tommy Hilfiger, Xerox, Intel…), fundaciones y centros educativos y ha recibido numerosos premios. Han creado un programa escolar para fomentar habilidades como el emprendimiento, la innovación, la creatividad…

Fuentes
BKFK

Jóvenes inventores

La bandera de Alaska fue diseñada por un chico de 13 años, la calculadora la inventó Blaise Pascal a la edad de 18, el creador de los polos tenía 11 cuando descubrió lo que había pasado con un refresco que se dejó fuera de casa durante una helada noche, y  con sólo 8 años, un niño norteamericano ideó un recipiente especial para cocinar bacon en el microondas.

La lista de los inventores jóvenes es más larga de lo que pensamos. Es fundamental alimentar una cultura del emprendimiento entre los más pequeños, creer en ellos y ofrecerles apoyo. Bajo estas premisas, trabaja en nuestro país la asociación Jóvenes inventores. Su fin es promover la cultura científica, la creación y el emprendimiento, así como favorecer una relación positiva y constructiva de las personas con el conocimiento. El proyecto depende de la UNED y está dirigido por Anselmo Peñas.

Tratan de mantener intacta la curiosidad natural de los pequeños y, además, despertar en ellos el espíritu creador y el deseo de emprender. Para lograrlo realizan talleres y actividades que acercan a los niños la metodología científica y les proporcionan la motivación y los conocimientos necesarios para inventar. Potencian el pensamiento lógico-matemático y lateral, el trabajo en equipo, la comunicación y la escucha. Proponen los siguientes pasos:

  • Imagina algo
  • Desea hacerlo realidad
  • Adquiere el conocimiento necesario
  • ¡Hazlo!

Ofrecen a los colegios diversos programas de actividades extraescolares para todos los niveles, incluso para padres y madres. Uno de los más exitosos es el de robótica, dirigido a alumnos de Primaria y que funciona con materiales de Lego.

Fuentes
Jóvenes inventores