La escuela no es una entidad estática ni individual, sino que se trata de un colectivo formado por distintas personas y todas ellas influyen en su marcha. Un centro educativo es algo más que un recinto, debe funcionar como una comunidad abierta al exterior y cooperar con su entorno. Los sistemas educativos, al igual que las personas, pueden mejorar. Para ello existen dos claves fundamentales: saber gestionar el cambio y comportarse como una organización que aprende.
EC | Madrid | Julio 2012
Hemos citado dos elementos: el cambio y el aprendizaje. La comunidad educativa debe implicarse en el cambio, ser elementos activos, ya que de lo contrario los cambios se impondrán sobre la escuela se quieran o no. El cambio es endémico e inevitable en la sociedad actual, y no hay que rechazarlo, sino tratar de dirigirlo positivamente. El presente es inestable, fugaz e imprevisible, pero no tenemos que ver estos descriptores como algo negativo, puesto que nos permiten aprender y mejorar.
Para ello se requiere una sólida formación, investigación, aprendizaje continuo, creatividad, ser flexibles y adaptativos. Quienes se dedican a la educación ocupan una posición privilegiada en la gestión del cambio. Ellos mismos pueden suponer un cambio en la vida de sus alumnos; el aprendizaje en sí ya es un cambio. Dado que nadie puede comprender las imprevisibles complejidades del cambio, no debemos dejar la responsabilidad en manos de unos pocos. Un cambio profundo sólo es posible si los individuos emprenden acciones para cambiar su propio entorno. Los profesores deben unir sus fuerzas y darse cuenta de que forman parte de un movimiento más amplio para la creación de una sociedad que aprende. La escuela no puede mantener apartado el mundo exterior, necesita de su entorno para llevar a cabo su labor.
Una organización que aprende sabe que el mundo es caótico, complejo e imprevisible, y está preparada para afrontar esta confusión. En entornos dinámicamente complejos, las fuerzas de cambio se presentan por sorpresa y de improviso, por eso es esencial la capacidad de vivir en un estado de inestabilidad y tensión dinámica. Sus integrantes están preparados para asumir la frustración, puesto que el cambio (educativo o no) es no lineal e interminable. El cambio nunca es algo definitivo.
Los principios básicos de las organizaciones que aprenden, aplicados a la escuela, son dos: sentir lo que se aprende como algo cercano y útil y adquirir un sentido de comunidad y habilidades de colaboración.
Las escuelas colaborativas, o comunidades que aprenden, son necesarias para el éxito, puesto que contribuyen a la formación de capital social. Deben constituir organizaciones interactivas, que implican al exterior en la búsqueda de una mejora constante. Una sociedad que aprende no es posible sin un cuerpo de docentes que aprenden. La mejora de la escuela equivale a la transformación del sistema; quienes se comprometen con la reforma educativa se comprometen con el desarrollo de la sociedad. Para conseguirlo, los individuos, los grupos y las instituciones deben movilizar todas sus fuerzas.
Michael Fullan es un gran experto en reformas educativas. Decano del Instituto de Estudios sobre Educación de la Universidad de Toronto, es autor de la trilogía Las Fuerza del Cambio (1993-2003) y ha colaborado en el famoso informe McKinsey. Nos apoyaremos en dichas obras para averiguar cómo puede aprender el sistema educativo.
En el tercer volumen, «Las Fuerzas del Cambio, Con Creces», Fullan añade a su teoría la sostenibilidad y reivindica un mayor nivel de implicación del profesorado. El propósito moral ha de ir más allá del individuo y del centro; tener un carácter colectivo. Profundiza en el tema del cambio, que cada vez ve como algo más difícil, llegando a elaborar una teoría del caos o la complejidad. Si en un principio hablaba del cambio como un viaje con destino desconocido, ahora piensa que estamos al borde del caos y lo compara con un terreno pantanoso. Por eso es muy importante un buen liderazgo. No podemos controlar la complejidad, pero si entendemos cómo funciona y utilizamos los factores de atracción social, podemos explotar su enorme poder natural.
Fullan colaboró en la realización de un importante documento: el Informe McKinsey. Entre 2006 y 2007, McKinsey & Company elaboraron un estudio cuyo objetivo era comprender por qué los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo alcanzaron resultados mucho mejores que el resto, y por qué ciertas reformas educativas tuvieron tanto éxito. Se centraron en los sistemas que mejor puntuaban en informes internacionales, como PISA: Alberta, Australia, Bélgica, Finlandia, Hong Kong, Japón, Holanda, Nueva Zelanda, Ontario, Singapur y Corea del Sur. También identificaron sistemas con fuerte trayecto de mejora: Atlanta, Boston, Chicago, Inglaterra, Jordania, Nueva York y Ohio. Formaron la mayor base de datos sobre reformas del sistema educativo a nivel global.
La principal conclusión fue la importancia de la formación del profesorado, idea que también queda patente en la trilogía de Fullan. Las experiencias de estos sistemas eficaces resaltan la importancia de tres aspectos: 1) conseguir las personas más idóneas para ejercer la docencia, 2) desarrollarlas hasta convertirlas en maestros efectivos, y 3) garantizar que el sistema sea capaz de brindar la mejor educación posible a todos los niños.
En 2010, el Informe McKinsey fue revisado bajo la cuestión de cómo se convierte un sistema educativo de bajo desempeño en uno bueno. En este caso se analizaron los programas anteriores para detectar reformas susceptibles de ser aplicadas a otros sistemas educativos. Las mejoras apreciadas van de pobre a aceptable, de aceptable a bueno, de bueno a muy bueno y de muy bueno a excelente. Los nuevos lugares estudiados fueron: Armenia, Aspire (cadena de colegios concertados de EEUU), Boston, Chile, Inglaterra, Ghana, Hong Kong, Jordania, Lituania, Letonia, Long Beach, Madhya Pradesh (India), Minas Gerais (Brasil), Polonia, Sajonia (Alemania), Singapur, Eslovenia, Corea del Sur y Western Cape (Sudáfrica).
Sus conclusiones se resumen en 8 puntos:
- Las intervenciones de mayor éxito son de naturaleza procesal. Mejorar un sistema educativo equivale a mejorar las experiencias de aprendizaje en el aula. Para ello se suelen realizar 3 tipos de cambios: estructurales, de recursos y de procesos. Los 3 son importantes para mejorar, pero, mientras que el debate público suele centrarse en los 2 primeros, la investigación ha demostrado que los más efectivos son los terceros. Los sistemas que avanzan dedican más actividades a mejorar cómo se enseña que a cambiar los contenidos.
- Todos los sistemas que han mejorado, pese a sus diferentes contextos, han implantado conjuntos similares de intervenciones según sus niveles. Los sistemas deben fijarse en aquéllos que estuvieron en niveles parecidos y en qué hicieron para salir de ese nivel, en vez de mirar directamente a los sistemas significativamente mejores. Es decir, ir paso a paso.
- El contexto no determina qué hacer, pero sí cómo hacerlo. No hay una receta estándar.
- Hay 6 intervenciones comunes a todos los niveles de desempeño:
- Mejorar las capacidades de enseñar de los profesores y de gestionar de los directores.
- Se pueden lograr mejoras desde cualquier punto de partida. No importa el nivel de resultados de los estudiantes, la situación geográfica, cultural o de renta. Estas mejoras, además pueden lograrse en periodos cortos: menos de 6 años.
- Mejorar la información del sistema.
- Facilitar las mejoras por medio de políticas y leyes de educación.
- Revisión del currículum y los estándares.
- Asegurar la remuneración y el reconocimiento adecuado de profesores y directores.
- Evaluar a los alumnos.
- Los sistemas de niveles pobres o aceptables mejoran cuando se detalla la práctica de la enseñanza para colegios y profesores de manera más centralizada. En cambio, los más avanzados mejoran al aumentar sus responsabilidades y flexibilidad.
- Aprovechar las circunstancias de cambio para lanzar las reformas educativas (crisis socio-económica, informe crítico sobre el desempeño de sistema, cambio de liderazgo).
- Continuidad del liderazgo para sostener y mantener la reforma. Duración y estabilidad.
Los líderes de sistemas educativos se enfrentan al reto de hallar procesos que culminen en mejores resultados de sus estudiantes. Es una tarea colosal, dada la complejidad, las innumerables diferencias contextuales y las múltiples opciones de cambio. Aunque no existe un camino único para mejorar el desempeño de un sistema educativo, los estudios que hemos visto indican que existen grandes parecidos en la naturaleza de sus procesos. Se espera que estas conclusiones puedan beneficiar a sistemas educativos de todo el mundo.
BIBLIOGRAFÍA:
Las fuerzas del cambio, Explorando las profundidades de la reforma educativa. Michael Fullan. Akal, Madrid 2002.
http://www.movilizacioneducativa.net/resumen-libro.asp?idLibro=278
Las fuerzas del cambio, La Continuación. Michael Fullan. Akal, Madrid 2004.
Las fuerzas del cambio, Con Creces. Michael Fullan. Akal, Madrid 2007.
Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos. McKinsey & Company, 2007.
¿Cómo se convierte un sistema educativo de bajo desempeño en uno bueno? McKinsey & Company, 2010.