Todos los que estéis cansados de las prisas, del ajetreo, de no tener tiempo para nada y hacerlo todo deprisa y corriendo, estáis de suerte. La filosofía slow gana cada vez más adeptos. Se trata de un movimiento que defiende una forma de vida más tranquila, sencilla, reposada… en definitiva, más lenta. Comenzó hace unos años en Italia con la slow food, las slow cities, y ha llegado al slow parenting.
Esas agendas infantiles saturadas de actividades extraescolares y las jornadas laborales maratonianas no son tan productivas como se piensa. En cambio, las ventajas de una vida lenta, son muchas. Al “desacelerar” la gente empieza a hacer las cosas mejor y a disfrutar: en el colegio, en sus relaciones, en el trabajo. Parece ser que, al tomarse más tiempo, el cerebro entra en un estado de mayor creatividad (como podemos ver en el artículo “La creatividad necesita tiempo”).
Varias experiencias avalan esta nueva forma de entender la vida: en un colegio británico de alto rendimiento dejaron de mandar deberes y la nota media subió un 20%. En los países nórdicos, siempre pioneros, una reducción de las horas de trabajo ha aumentado el rendimiento.
Carl Honoré, uno de sus defensores, nos explica la filosofía de la lentitud.
Fuentes | |
– Carl honore praises slowness |