Luisa Alemany y Marcell Planellas, en el libro “Emprender es posible”, identificaron cuatro factores que condicionan la iniciativa emprendedora en España. Uno de los factores que consideraron clave para facilitar el impulso de la iniciativa emprendedora era el de la cultura propia del país, es decir, sus creencias y valores. La cultura que valora la figura del emprendedor fomenta el desarrollo y puesta en marcha de las ideas innovadoras.
EC | Madrid | Abril 2013
Alan Axelrod se propuso examinar las decisiones más complejas de la historia, y la vida de los que tuvieron el coraje de tomarlas. Ante la pregunta ¿qué empuja a una persona a tomar una gran decisión, a actuar, a transgredir?, él decide buscar la respuesta en la vida de cuarenta y cuatro personajes célebres, cuyas iniciativas reflejan la personalidad emprendedora. En “Perfiles emprendedores”, estudia, entre otros ejemplos, los de Edison, Frank X. McNamara, y Bill Gates.
La invención de la bombilla eléctrica no fue el resultado de la idea luminosa de un genio, sino que formó parte de un proceso para resolver un problema que su inventor, Edison, había analizado muy cuidadosamente, el de la iluminación eléctrica, y su curiosidad y el interés que mostraba en la forma en que los demás trabajaban para resolverlo le ayudaron a conseguir su propósito.
Un día de 1878, Edison visitó el taller de William Wallace en Connecticut. Wallace era un inventor aficionado que había trabajado en el sistema de arco voltaico en compañía de un inventor eléctrico llamado Moses Farmer. No le pareció que hubiesen logrado un enfoque revolucionario de la lámpara eléctrica, pero le dejó intrigado el generador que habían diseñado para producir energía para las ocho lámparas colocadas en hilera y funcionando a la vez. Tal como le explicó a un periodista del New York Sun un mes después de su visita al taller de Wallace: “por primera vez vi que todo funcionaba. Lo tenía delante de mí. Me di cuenta de que aún no estaba muy avanzado, pero me quedaba una oportunidad. Vi que lo que se había hecho hasta la fecha no resultaba muy práctico. Esa luz tan intensa no se había subdividido, por tanto, no se podía llevar a los hogares”.
Edison identificó un problema que no había sido resuelto más que parcialmente, y decidió pasar a la acción: el generador que puede alimentar varias bombillas era un avance práctico; pero como las lámparas seguían siendo voltaicas, había margen para mejorar su rentabilidad. Además, hecho que él consideraba fundamental, la luz no se había subdividido, por tanto no se podía llevar a las casas. Al concentrarse en la parte en la que habían fracasado Wallace y Farmer, encontró el espacio para su invención. Para explotar la electricidad como producto al por menor, Edison se percató de que tenía que buscar la forma de explotar la luz de la misma manera: subdividiendo la luz de tal forma que pudiera venderse como producto al consumidor. Tras definir su tarea, se dirigió a su taller en Menlo Park para comenzar la laboriosa y tediosa labor de subdividir la luz; es decir, el proceso de inventar la bombilla eléctrica.
El origen de las tarjetas de crédito se remonta a principios del año 1900, pero ésta se detuvo con la Gran Depresión de 1929. En el ambiente de consumo emergente de los años 50 en EEUU surgió Frank X. McNamara, director de la Hamilton Credit Corporation, una pequeña empresa de préstamos de Nueva York. Una tarde de 1959, McNamara llevó a cenar a dos socios a uno de los restaurantes más famosos de Manhattan. Su intención era hablar con ellos de un problema que tenía con un cliente. El problema consistía en que se le había prestado más dinero al cliente del que podía pagar. Lo peculiar del asunto era que el cliente había estado subarrendando el préstamo. Un gran número de sus vecinos eran demasiado pobres para poder disponer de tarjetas de crédito para las gasolineras y para los grandes almacenes. El cliente empezó a prestarles con cierta regularidad sus diversas tarjetas de crédito exigiéndoles que le devolvieran el dinero con un modesto interés por las compras que habían adquirido. Era un mal uso de las tarjetas, porque la mayoría no eran solventes. En consecuencia, tuvo que pedirle dinero a la Hamilton Credit para cumplir con sus obligaciones, pero no tardó mucho en no poder pagar tampoco.
McNamara deseaba compartir esa historia y buscaba consejo. Al final de la cena, comprobó que no llevaba la cartera, y no podía pagar. Eso le avergonzó mucho, pero también le dio que pensar. McNamara decidió que el plan del cliente, en el fondo, tenía su sentido, aunque la falta de dinero le impedía llevarlo a cabo. Tampoco era muy práctico ir dejando a los demás sus tarjetas de crédito. McNamara llegó a la conclusión de que, en lugar de dejar un puñado de tarjetas de distintos establecimientos a un puñado de clientes, ¿por qué no desarrollar una única tarjeta que se pudiera utilizar en una gran variedad de lugares y poner dicha tarjeta a disposición de un gran número de personas?
Quizá porque la idea surgió de un incidente en un restaurante es por lo que decidió que los restaurantes serían el mejor grupo empresarial con el que podía contar. McNamara y sus socios convencieron a algunos restaurantes neoyorquinos para que sirvieran comidas a crédito a los miembros de lo que ellos denominaron “Diners Club”. Su decisión creó no sólo una industria internacional a gran escala, sino que rehízo el universo económico. “El plástico” animó el consumo, provocando profundos cambios económicos y sociales.
La importancia de Bill Gates en el desarrollo del ordenador personal o PC es innegable. Gates estuvo en el lugar oportuno en el momento de la evolución de la información y de la tecnología empleada para su procesamiento, y las decisiones que tomó le convirtieron en figura clave de nuestra Era tecnológica.
Gates, programador informático, que había adaptado el BASIC (un importante lenguaje para microordenadores), fundó con Paul Allen en los años 70 la empresa Microsoft, con el fin de desarrollar un software para la emergente industria informática. Microsoft se convirtió rápidamente en una pequeña pero exitosa empresa, en parte porque Gates tomó una decisión clave, relacionada con la identidad de sus principales clientes: decidió comercializar sus productos no sirviendo a los consumidores individuales, sino poniéndolos a disposición de los emergentes fabricantes de microordenadores.
En 1980, IBM le pidió a Microsoft que desarrollase el software para el microordenador que pretendían diseñar y fabricar. Si IBM fabricaba un microordenador, Gates sabía que ya no habría vuelta atrás: todas las oficinas y hogares lo tendrían. Pero se dio cuenta de que muy pronto aparecerían muchas empresas capaces de suministrar una amplia variedad de software a IBM y a otros fabricantes de hardware. Había, sin embargo, una pieza esencial del software de IBM que todo el mundo necesitaría, sin importar lo que ellos incluyeran en el equipo: el sistema operativo, es decir, el programa o conjunto de programas que realizan funciones básicas y permiten el desarrollo de otros programas. Bill Gates había comprendido lo importante que resultaba vender un sistema operativo a IBM, pero lo entendía principalmente como una forma de poner en marcha el PC de IBM, garantizando, de esa forma, el futuro de la industria microinformática y el de su mercado de programas, y sobre todo el de su lenguaje de programación. El sistema operativo era sumamente importante, la clave para dominar la industria del software de microinformática. En lugar de subirse al que por aquel entonces era el sistema operativo industrialmente estándar, el CP/M, optaron por la expansión del DOS. La amplia adopción del MS-DOS lo convertía en un estándar que hacía que un PC fuera un PC, tanto si estaba fabricado por IBM como por otra empresa. Gates se dio cuenta de la enorme fuerza que suponía crear productos estándar. La decisión de Bill Gates de poseer una tecnología propia que él mismo se había encargado de convertir en indispensable, supuso una revolución.
Fuentes | |
– Axelrod, Alan. Perfiles emprendedores. Grandes decisiones de la historia y cómo se llevaron a cabo. Edebé, Barcelona, 2010. | |
– Alemany, Luisa, y Planellas, Marcel. Emprender es posible. Centro Libros PAPF S.L.U (Grupo Planeta), Barcelona, 2011. | |
– Imagen artículo: Creative Commons. Fotero | |
– Imagen portada: Creative Commons. Karen Serrano |