Invitado del mes: Ken Robinson

Todas las personas tienen algún tipo de talento. Algunas lo descubren muy pronto y saben que eso es a lo que quieren dedicar su vida. Otras lo encuentran por casualidad, cuando ya se dedican a otra cosa o son mayores. Y muchas otras, por desgracia, no lo hallan nunca. La obra de Ken Robinson está dirigida a motivar a la gente para que encuentre su talento y pueda ser más feliz.

 EC | Madrid | Abril 2013

Decía Ricard Huguet en una conferencia que algo debe fallar en el sistema educativo para que los niños empiecen el colegio deseando ser astronautas y lo terminen queriendo ser funcionarios. Algo así debió pensar Ken Robinson al plantear la ya célebre pregunta que da título a una de sus conferencias en las TED Talks, “¿matan las escuelas la creatividad?”

Los niños son curiosos, inquietos, originales y muy creativos. No tienen miedo a equivocarse, y, aunque equivocarse no significa ser creativo, es cierto que si no te arriesgas a equivocarte, nunca llegarás a nada original. Pero en las escuelas (y en los lugares de trabajo), el error está estigmatizado. Hay una especie de obsesión con la respuesta correcta y única debida a una obsesión mayor con la homogeneidad, la evaluación y las pruebas estandarizadas. Desde luego hay que enseñar el pensamiento lógico-racional y corregir los errores, pero se hace un énfasis excesivo en esto y se olvida potenciar otro tipo de habilidades.

Los niños pequeños son un hervidero de ideas. ¿Qué nos lleva a pensar de mayores que no somos creativos?

Hay características comunes a todos los sistemas educativos, y la principal de ellas es la jerarquización de las materias con las matemáticas y lenguas a la cabeza. Se hace una distinción entre las asignaturas “útiles” y las que no lo son –¿para qué estudiar arte, si nunca vivirás de pintura?-. Esto se debe a que los sistemas educativos se diseñaron en el siglo XIX con una razón muy clara: responder a las necesidades de la Revolución Industrial. El colegio, de hecho, no difiere mucho de una fábrica o cadena de montaje.  Ese paradigma productivo está ya superado, pero la educación sigue estancada en él. Los empleadores reclaman un perfil que no es el que se forja durante la escolarización. Cuanto más complejo se hace el mundo, más creativos necesitamos ser para afrontar sus retos, pero la educación no produce las personas flexibles, creativas y seguras de sí mismas que las empresas necesitan con urgencia.

La idea subyacente a este problema es una concepción errónea y reduccionista de la inteligencia y la capacidad humana, que deja fuera a quienes aprenden de otra manera o poseen otras habilidades. Hoy sabemos que la inteligencia y la creatividad son procesos. Todos nacemos con ambas capacidades, la cuestión es desarrollarlas. Robinson considera que existe una relación directa entre creatividad e inteligencia: “La forma más elevada de inteligencia consiste en pensar creativamente”. (El elemento, pg. 74) “Se puede ser creativo en cualquier cosa que suponga utilizar la inteligencia”. (Ídem, pg. 85)

Siguiendo a Gardner, el autor señala que no sólo es que haya varios tipos de inteligencia sino que cada persona los utiliza de manera diferente. De modo que si en el colegio sólo se hace hincapié en unas pocas de esas parcelas, quienes tengan otras habilidades llegarán a la conclusión de que su talento no sirve para nada.

Así que, una de sus principales líneas de investigación es el estudio de la creatividad y de cómo y porqué las organizaciones tienden a reprimirla. Para Robinson, descubrir nuestro talento, aquello que nos gusta hacer y se nos da bien, es la clave de la felicidad y de nuestro desarrollo personal. A esto lo llama “el elemento”, título de una de sus obras más aclamadas. Este libro reúne muchísimas historias de gente que explica cómo llegó a encontrar su vocación, lo que hace de El elemento un texto ameno e inspirador.

Por citar un ejemplo, hablaremos de Gillian Lynne, una niña inquieta y nerviosa que no paraba, no prestaba atención ni entregaba los deberes. Los profesores instaron a sus padres a llevarla a un especialista. Pensaban que tenía algún déficit de aprendizaje. (De haber ocurrido esto en la actualidad, la niña seguramente habría sido diagnosticada con TDAH y medicada. Por suerte, en los años 30 no se había inventado ese trastorno). Mientras el especialista hablaba a solas con los padres, Gillian se quedó en una sala con la radio puesta. Al comenzar una canción, la niña empezó a moverse al compás. Cuando el psicólogo observó ese comportamiento, llegó a la conclusión de que a Gillian no le pasaba nada. Sencillamente, era una bailarina. Recomendó a sus padres apuntarla a una escuela de danza. Así lo hicieron, y fue maravilloso. La chica destacó en la danza e incluso mejoró en el colegio, se hizo coreógrafa y hoy es mundialmente conocida como autora de Cats y El fantasma de la ópera.

Robinson propone la siguiente definición de creatividad: “el proceso de tener ideas originales que tengan valor” (Ídem, pg. 84). Si es un proceso, ¿cómo funciona? En primer lugar hay que producir nuevas ideas, imaginar diferentes posibilidades, considerar opciones y alternativas. Es decir, actividades de búsqueda. Después hay que desarrollar estas ideas juzgando -es decir, evaluando- cuáles son más efectivas o parecen tener más calidad. El momento de la evaluación requiere juicio, reflexión y razonamiento crítico. La evaluación puede ser individual o compartida, de manera inmediata o a largo plazo. Estos procesos no implican una secuencia predecible, sino que interactúan los unos con los otros. Aunque, en conjunto, el trabajo creativo consiste en un delicado equilibrio entre producir ideas, evaluarlas y perfeccionarlas.

Otros elementos necesarios para la creatividad son la memoria y el contacto con los demás: “La creatividad no sólo se obtiene a partir de nuestros recursos personales sino también del mundo más amplio de las ideas y los valores de otras personas”. (Ídem, pg. 97)

Este intercambio de ideas puede dar lugar a explosiones culturales  como las escuelas filosóficas de la antigüedad, Silicon Valley o el Hollywood de los años 60 y 70 que supuso la renovación de la industria cinematográfica, con un puñado de jóvenes e intrépidos directores empeñados en innovar, en hacer películas personales lejos de la dictaduras de los grandes estudios. En esos momentos se muestra el poder de la sinergia; esos grupos son mucho más que la suma de sus partes.

Busca tu elemento es una obra posterior en la que Robinson recalca estas nociones: “Las ideas originales pueden emanar de la inspiración creativa de mentes individuales, pero no emergen en un vacío cultural”. “La creatividad individual casi siempre la estimulan el trabajo, las ideas y los logros de otras personas”. (Busca tu elemento, pg. 271)

Y expone 9 principios para desarrollar una cultura sistemática de creatividad e innovación:

  1. Todo el mundo tiene potencial creativo
  2. La innovación es hija de la imaginación
  3. Todos podemos aprender a ser más creativos
  4. La creatividad mejora con la diversidad
  5. A la creatividad le encanta la colaboración
  6. La creatividad requiere tiempo
  7. Las culturas creativas son flexibles
  8. Las culturas creativas son inquietas
  9. Las culturas creativas necesitan espacios creativos.

La creatividad se ha convertido en una necesidad por lo que urge un cambio educativo en que se la anime y fomente.

“Para avanzar necesitamos tener una idea completamente nueva de la inteligencia, de la capacidad y de la naturaleza de la creatividad”. (Busca tu elemento, pg. 123)

“Para crecer necesitamos que se den las condiciones correctas en nuestros colegios, negocios y comunidades, así como en nuestra vida personal. Si las condiciones son las adecuadas las personas crecen en sinergia con la gente que les rodea y con los entornos que forman (…) Algunos desarrollos para nuestro desarrollo están en nuestro interior. Incluyen la necesidad de desarrollar nuestras aptitudes naturales únicas y nuestras pasiones personales. Encontrarlas y alentarlas es el camino más seguro de garantizar nuestro crecimiento y nuestra realización como individuos”. (El elemento, pg. 283)

Fuentes
EL elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo. Ken Robinson y Lou Aronica. Conecta. Barcelona, 2012.
Busca tu elemento. Aprende a ser creativo individual y colectivamente. Ken Robinson. Empresa Activa. Barcelona, 2012.
– Imagen portada: Creative Commons. von LecraM

Invitado del mes: Howard Gardner

Cada mes recibiremos en nuestro Centro de Estudios a un célebre invitado, experto en teoría de la creatividad, para que complemente nuestras aportaciones y ofrezca un nuevo enfoque. Nuestro primer visitante es el psicólogo norteamericano Howard Gardner, que revolucionó el concepto de inteligencia al proponer su teoría de las Inteligencias Múltiples. Con ella amplía la visión tradicional de la inteligencia, con un claro objetivo: mejorar la educación de los individuos.

EC | Madrid | Mayo 2012

Nos interesa la Teoría de las Inteligencias Múltiples porque confía en las oportunidades: todos podemos ser buenos en algo.
En este contexto, la creatividad ocupará un lugar destacado. La creatividad se puede fomentar.
Además, la obra de Gardner tiene un componente ético. Busca implicaciones educativas; cómo su enfoque podría mejorar la calidad de la educación y, mediante ella, el futuro de la sociedad.

Hasta entonces, la inteligencia era considerada un factor unitario, estable, rígido y cuantificable. Esta concepción sostenía que recibimos la inteligencia de nuestros padres, no podemos cambiarla, y se puede conocer lo inteligente que es alguien mediante una prueba (midiendo el CI).

Gardner concibe la inteligencia como “la capacidad de resolver problemas o de crear productos que son valorados en uno o más contextos culturales” (1983). En su famosa obra «Estructuras de la mente», defiende la existencia de diferentes capacidades intelectuales. Considera que cada persona posee, al menos, siete habilidades cognoscitivas; unas más desarrolladas que otras. Estas inteligencias trabajan juntas, aunque como entidades semiautónomas. Por eso no se debería emplear un sólo instrumento o prueba única para medir la inteligencia, sino una amplia batería de mediciones. Las Inteligencias Múltiples son:

    1. Inteligencia Lingüística. Es la capacidad de formular el pensamiento y usar el lenguaje de manera eficaz. Nos permite recordar, analizar, resolver problemas, planificar y crear. Convencer, memorizar, enseñar y aprender.
    2. Inteligencia Musical. Producir y apreciar el ritmo, tono y timbre de los sonidos y valorar la expresividad musical. Permite reconocer, crear y reproducir música así como apreciar su estructura y melodía.
    3. Inteligencia Lógico-Matemática. Habilidad para usar los números de manera efectiva y razonar adecuadamente. Incluye la sensibilidad a los esquemas, a las relaciones lógicas y otras abstracciones. Reconocer patrones abstractos, razonamiento inductivo y deductivo, cálculo.

Mi teoría no despertó gran interés entre mis colegas psicólogos (…) Sin embargo, interesó mucho al mundo educativo.

  1. Inteligencia Espacial. Capacidad de pensar en tres dimensiones. Percibir de manera visual y espacial, y efectuar transformaciones a partir de ellas. Producir y decodificar información gráfica. Buena orientación.
  2. Inteligencia Cinetésico-Corporal. Facilidad para procesar el conocimiento a través de sensaciones corporales. Habilidad para emplear el cuerpo de formas muy distintas y hábiles, capacidad para trabajar hábilmente con los objetos.
  3. Inteligencia Interpersonal. Comunicación efectiva a nivel verbal y no verbal, entender los estados de ánimo, sentimientos y motivaciones de los demás. Capacidad de liderazgo.
  4. Inteligencia Intrapersonal. Capacidad de un sujeto de conocerse a sí mismo: sus reacciones, emociones y vida interior. Autorreflexión, metacognición.

Gardner añadió posteriormente una octava, la Inteligencia Naturalista, que consiste en el entendimiento del entorno natural y la observación científica de la naturaleza como se realiza desde la biología, la geología o la astronomía.

Aceptar la heterogeneidad permite educar a cada alumno partiendo de sus posibilidades, facilitando que pueda desarrollar mejor sus capacidades.

Estas inteligencias son valoradas de distinta forma en función de la cultura y los segmentos sociales. El proceso que llevó a Gardner a formular su teoría de las IM pasa por el estudio de lo que se sabía acerca del cerebro: cómo ha evolucionado, cómo se organiza; el análisis de gente con perfiles muy diferentes: prodigios, personas muy buenas en distintos campos, incluso autistas e idiots savants; y un amplio abanico de habilidades que han sido valoradas a lo largo de la historia, en distintas partes del mundo y por diferentes culturas. La diversificación del desarrollo cognitivo que supone esta teoría implica líneas pedagógicas nuevas, adaptadas a las características del individuo, modos de comunicación más eficaces y aplicaciones tecnológicas con un grado de conectividad adecuado al perfil de los usuarios.

La ampliación de la visión tradicional de la inteligencia que realiza Gardner tiene un claro objetivo: mejorar la educación de los individuos. Conocer sus distintos potenciales para desarrollarlos al máximo. Aceptar la heterogeneidad, saber que no todos aprendemos de la misma manera ni al mismo tiempo, permite educar a cada alumno partiendo de sus posibilidades, facilitando que pueda desarrollar mejor sus capacidades. Su gran interés en la educación le ha llevado a participar en importantes aventuras pedagógicas, como los proyectos Spectrum y Zero -en España tenemos el Colegio Montserrat, que basa sus enseñanzas en las IM (Inteligencias Múltiples)-. Para nuestro invitado, los avances tienen sentido si pueden aplicarse, si pueden ayudar a mejorar la educación de los niños. Cree en las oportunidades; todos podemos ser buenos en algo.

Ha llegado ya el momento de ampliar nuestra noción de talento. La contribución más evidente que el sistema educativo puede hacer al desarrollo del niño consiste en ayudarle a encontrar una parcela en la que sus facultades personales puedan aprovecharse plenamente y en la que se sientan satisfechos y preparados.

El trabajo de Gardner tiene una clara orientación pragmática e incluso ética: no se limita a exponer su teoría, sino que busca implicaciones educativas; cómo su enfoque podría mejorar la calidad de la educación y, mediante ella, el futuro de la sociedad. La educación es un destinatario de valores, pero estos valores no están determinados, hay que elegir qué valores se quieren transmitir. De ello dependerá que en el futuro tengamos una sociedad deseable.  En esta línea desarrolla una de sus últimas obras, «Las cinco mentes del futuro». En ella, parte de las condiciones actuales del mundo (globalización, grandes cambios políticos y demográficos, nuevas formas de comunicación, hegemonía de la tecnociencia) para investigar el modelo de mente más adecuado para manejar esta sociedad en el futuro, y las que serán más solicitadas: la mente disciplinada, la sintética, la creativa, la respetuosa y la mente ética.

Resulta interesante la idea de Gardner acerca de cómo estudiar la inteligencia y la creatividad, uno de los temas constantes en su trayectoria: no hay que fijarse sólo en gente a la que se admira o que se valora positivamente. Por ejemplo, los propagandistas nazis poseían una inteligencia lingüística muy desarrollada y eran creativos, aunque no servían a una causa noble. No hay que confundir la inteligencia con la virtud. La inteligencia es amoral: por eso el psicólogo enfatiza tanto el aspecto ético, ya que si las inteligencias se desarrollan alejadas de la moral, crearemos un futuro en que nadie querrá vivir.

En «Mentes Creativas«, Gardner presenta a siete “maestros creativos” de la era moderna. En este escrito, analiza fenómenos relativos a la creatividad y los conecta con su teoría de las IM, introduciendo un nuevo modo de enfocar los esfuerzos creativos. Tras estudiar a siete figuras representativas (una por cada inteligencia), se pregunta qué generalizaciones pueden extenderse y cuáles son características específicas de un individuo o campo intelectual. El autor aprecia tanto el carácter distintivo de las actividades habituales de cada uno de ellos, como una serie de temas comunes.

No basta con que una persona posea talento en abstracto, es necesario un campo en que este se concrete y un ámbito de expertos que lo valore como tal.

Aunque no con la misma fuerza, y con pequeñas excepciones, puede decirse que se repite un cierto patrón. Basándose en él, Gardner desarrolla el retrato de un Creador Ideal y presenta lo que podríamos llamar un “modelo de vida creativa”. Se dan tres niveles (individual, del campo y del ámbito) que configuran una especie de “triángulo de la creatividad”. No basta con que una persona posea talento en abstracto, es necesario un campo en que este se concrete y un ámbito de expertos que lo valore como tal. No obstante, pueden producirse asincronías entre los componentes de esta tríada. Es más, “lo que parece definitorio del individuo creativo es la capacidad para sacar provecho o explotar un aparente desajuste o falta de conexión dentro del triángulo de la creatividad”. La hipótesis de Gardner consiste en que un individuo será creativo cuando exhiba varias asincronías y pueda soportar la tensión que esto conlleva.

 Bibliografía
– «Estructuras de la mente. La teoría de las múltiples inteligencias«, Howard Gardner. FCE, 1987
– «El Proyecto Spectrum. Tomo I: Construir sobre las capacidades infantiles», H. Gardner, D. H. Feldman y M. Krechevsky (Comps.). Ediciones Morata, 2000
– «Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad», Howard Gardner, Paidós, 2010
– «Las cinco mentes del futuro«, Howard Gardner, Paidós, 2011
«Educación artística y desarrollo humano»,  H. Gardner», Paidós, 2011

¿Se puede aprender a innovar?

¿No es el talento una cualidad heredada? La polémica entre herencia y educación es muy antigua. El siglo XX ha sido el siglo de la genética, que ha culminado con la secuenciación del Genoma Humano. Sin embargo, los científicos han descubierto que la acción de los genes es más compleja de lo que se pensaba. Nadie piensa ahora que pueda haber un gen de la inteligencia, un gen de la criminalidad, un gen del miedo. El material genético se expresa en relación con el entorno.

EC | Madrid | Mayo 2012

Ahora sabemos que el entorno puede cambiar la acción de los genes. El nuevo campo de investigación se llama “control epigenético de un organismo».

«Enriching the Brain», Eric Jensen

De la programación genética, según la cual todo está determinado por los genes, hemos pasado a la construcción epigenética. De pensar únicamente en el código genético, hemos empezado a estudiar el código epigenético.  La herencia genética es un conjunto de posibilidades, que se van concretando en un proceso de ajustes e interacciones con el ambiente. La clonada oveja Dolly desarrolló obesidad y diabetes, aunque su madre no las padecía. El cerebro humano produce actividad y la actividad humana produce cultura, que a su vez influye sobre el cerebro. La conducta y la cultura pueden seleccionar variantes genéticas y dirigir así la evolución. Contamos con un ejemplo muy llamativo. Los humanos adultos no estamos preparados para digerir la lactosa y, sin embargo, tomamos leche. ¿Cómo hemos adquirido esta capacidad? La conducta de pastoreo puso a disposición de los humanos una rica fuente nutritiva y esto acabó por aprovechar-inducir una mutación genética desde hace más de 7.000 años, que nos permite digerir productos lácteos. Según el genetista británico Yuval Itan, eso sucedió hace unos 7.500 años, en la zona de los Balcanes.

Otro ejemplo es la coevolución del cerebro y del lenguaje, señalada por Torrance Deacon. Los humanos fueron inventando poco a poco el lenguaje, su utilidad seleccionó aquellas variantes cerebrales que hacían posible su aprendizaje, y ahora el lenguaje resideña el cerebro de cada niño. Alva Noë, en su libro «Out of our head. Why you are not your brain, and other lessons from the biology of consciousness«, (2009), pone de manifiesto que gran parte de lo que consideramos nuestra inteligencia está fuera de nosotros. No existe una inteligencia aislada. Fuera de la cultura –criado en soledad, como los niños lobos- no hay cerebro humano. Somos híbridos de biología y cultura.

Esto tiene una gran importancia para nuestro tema de investigación. El talento está al final de la educación, no al principio. Antes de la educación sólo hay biología. La riqueza del entorno influye decisivamente en la configuración de la inteligencia individual, por eso, tenemos que estudiar los entornos creativos si queremos comprender y educar la creatividad.

Hay que admitir al menos cuatro niveles de herencia: genética, epigenética, conductual y simbólica (“Evolution in four dimensions: genetic, epigenetic, behavioral and symbolic variation in the history of The life”. Eva Jablonka y Marion J. Lamb, 2005)

No todo es herencia, pero tampoco es todo cultura.

Steven Pinker es un famoso psicólogo americano, que ha criticado la idea de que la mente humana sea una “página en blanco” sobre la que se pueda escribir cualquier cosa. Hay tres factores innatos: el sexo, la inteligencia general y el temperamento, es decir, las pautas de respuesta afectiva que tiene el bebé (expresivo o inhibido, seguro o vulnerable, activo o pasivo, etc.). Sobre la inteligencia, escribe en su obra «La tabla rasa«: “Existen hoy pruebas abundantes de que la inteligencia es una propiedad estable del individuo, que se puede vincular a características del cerebro incluidos el tamaño general, la cantidad de materia gris de los lóbulos frontales, la velocidad de la conducción neural o el metabolismo de la glucosa cerebral, que son en parte hereditarios”. Existe, por ejemplo, un gen que procura la producción de neuronas. Su ausencia produce la microcefalia, una disminución trágica del cerebro. Un equipo del MIT dirigido por Susumu Tonegawa y Eric Kandel, premios Nobel, ha identificado un gen específico individual que activa la formación del recuerdo. Este descubrimiento puede explicar por qué algunas personas tienen mejor memoria que otras, ya que está en parte controlada por los genes.

Nuestra hipótesis de trabajo es que la genética abre un campo de posibilidades que la educación se encarga de definir.

Las puntuaciones de las pruebas de coeficiente intelectual –explica  Stephen Ceci, de la Universidad de Cornell- pueden cambiar de forma espectacular como consecuencia de cambios en el entorno familiar (Clarke), histórico (Flynn), en los estilos de vida (Baumrid) y, muy especialmente, el nivel de escolarización).

K. Anders Ericsson  es un psicólogo sueco que ha estudiado el papel del entrenamiento en la generación de talento. Un artículo publicado en la Harvard Business School, titulado «The Making of an Expert», afirma que son necesarias 10.000 horas de entrenamiento para alcanzar la maestría en algo. Malcolm Gladwell ha popularizado estas ideas en libros de gran éxito, como «Fuera de Serie«. Sin embargo, las horas de entrenamiento no bastan. Hace falta un buen entrenador.