“He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. En 26 ocasiones se me ha confiado el último tiro de un juego y he fallado. He fracasado una, y otra, y otra vez en mi vida. Y por eso… tuve éxito”. Son las palabras de Michael Jordan en un anuncio de Nike, emitido hace unos años en EEUU.
EC | Madrid | Abril 2013
Esta campaña no fue vista en España. En nuestra cultura, el fracaso es una mancha, un error vergonzoso que hay que ocultar o tratar de maquillar. El miedo al fracaso es el mayor enemigo del emprendimiento. Para un 66% de los jóvenes españoles, este miedo al fracaso es considerado el segundo gran obstáculo para iniciar proyectos emprendedores, tras la falta de ayudas económicas (Encuesta ESADE a jóvenes españoles. Marzo, 2011). En nuestro país, el porcentaje de personas que considera el miedo al fracaso como un obstáculo para emprender es del 45%, mientras que en Noruega es de un 25% y en EEUU del 27% (Datos del GEM 2009). Y es que, en otros países, el fracaso es entendido como un paso más para alcanzar el éxito. Sobre todo, en Estados Unidos, el país de las oportunidades. Allí, un emprendedor que no ha tenido éxito en su primer proyecto, es visto como alguien audaz, que no tuvo miedo a la hora de asumir riesgos y que, seguramente, habrá salido enriquecido de esa experiencia.
La mentalidad emprendedora está tan arraigada en la sociedad estadounidense que es un elemento más de su cultura popular. Suele ser un argumento recurrente en productos audiovisuales. Por ejemplo, tomemos una popular y longeva serie de televisión. Todo seguidor de Los Simpsons sabe que Homer tiene un hermano secreto, Herb. La primera vez que éste sale a la luz, resulta ser un empresario de éxito, dueño de una importante compañía automovilística y millonario. El bienintencionado Herb pide a Homer que diseñe el que será su próximo gran lanzamiento, un coche para el americano medio. Por supuesto, resulta ser un fiasco y Herb lo pierde todo. Su fracaso es tal, que la siguiente vez que volvemos a saber de él, vive debajo de un puente. Por un periódico, conoce que Homer ha recibido un premio en metálico, así que, movido de un incansable instinto emprendedor, se planta en la puerta de su hermano y, tras propinarle un puñetazo en la cara, le expone su plan: ha diseñado un nuevo y revolucionario producto, pero carece del dinero para construirlo y patentarlo. Convence a Homer para que le preste el dinero que ha ganado, como compensación por haberle costado toda su fortuna. Herb crea un traductor de bebés que es todo un éxito, y vuelve a la cima.
Otro célebre personaje de esta serie es el Señor Burns, el hombre más rico y poderoso del pueblo. En una ocasión en que se arruina, vuelve a comenzar desde cero, recogiendo latas viejas y ganando su primer dólar. Poco a poco, va progresando hasta abrir una planta de reciclado, que después vende y recupera su querida central nuclear.
Ser un verdadero emprendedor no tiene nada que ver con conseguirlo a la primera, sino con volver a intentarlo. No se trata de no fracasar, sino de levantarse cuando se fracasa y aprender de los errores. Las cosas no tienen que salir perfectas desde el principio. En Estados Unidos se ha calculado que antes de llegar a un triunfo cada emprendedor tiene 3,75 fracasos de media. El auténtico emprendedor repetirá una y otra vez, tras una caída se volverá a levantar y no parará hasta conseguir su objetivo. Por eso, contar con algún que otro fracaso a lo largo de la carrera están bien visto. No es que el fracaso tenga valor en sí mismo, pero indica que esa persona se ha estado moviendo, que es inquieta y activa. En los currículos y entrevistas de trabajo, es por tanto apropiado que aparezcan los fracasos.
En Pixar, el estudio cinematográfico de animación, la selección y gestión del talento creativo e innovador es el punto clave. Según su política de contratación, ante dos posibles candidatos igualmente preparados, se decantarán por el que haya fracasado alguna vez, porque eso demuestra que sabe afrontar y sobreponerse a las adversidades.
Existe una anécdota sobre un norteamericano que se presentó a un proceso de contratación en una empresa española. Transcurrida ya casi toda la entrevista de trabajo, el candidato, inquieto, le dijo a su entrevistador que cuándo le iba a preguntar por sus fracasos. Cosa que éste ni sehabía planteado.
Incluso se podría decir que existe un lugar en el mundo donde se hace gala del fracaso: Silicon Valley. La exhibición del error es parte de la idiosincrasia de Palo Alto y alrededores. Parece ser que, antes de decidir dónde ponen su dinero, los inversores se interesan por el registro de batacazos previos. Y ese dato es positivo. Junto a los garajes como origen de empresas exitosas, mantener una buena relación con el fracaso forma parte de la leyenda de los triunfadores más creativos.
“Fracasa cuanto antes”. (Lema de los emprendedores de internet)
Una de las cualidades que ha de reunir un emprendedor es la capacidad para asumir riesgos. Hay que “actuar con decisión ante situaciones que requieren cierto arrojo por la dificultad que entrañan. Es importante para los emprendedores reconocer los riesgos y preparar estrategias para llevar a término su proyecto”. Así lo comprobamos en el libro de texto Iniciativa emprendedora, para 4º de la ESO, de María Eugenia Caldas y María Isabel Murías. El Libro Blanco sobre la Iniciativa Emprendedora, de la Fundación Príncipe de Girona, corrobora esta idea: no tener miedo al fracaso es uno de los requisitos para emprender. Unido a esto, va la habilidad de aprender de la experiencia. Porque si de algo sirve cometer un error, es para aprender a no repetir ese fallo.
Esta es la teoría del ingeniero Henry Petroski, que proclama una paradójica conexión entre el fracaso y el éxito. En su obra El éxito a través del fracaso explica que, mediante el reconocimiento de los fallos y errores presentes en la naturaleza, entendida como la fuente de inspiración originaria de la técnica, es como se han ido perfeccionando todas las invenciones, herramientas y costumbres humanas. Por tanto, el error, el fallo, es el origen de la mejora, de la perfección y, por ende, del éxito. Así es como el error está entrelazado con el éxito. Si no hubiera fracaso no habría progreso o avance tecnológico. No falla el que repite, sino el que innova, el que se arriesga. Lo cual no quiere decir que todo lo que suponga un riesgo o una innovación vaya a fracasar, sino más bien que el fracaso puede ser un indicador de innovación. El éxito puede ser grandioso, pero la decepción tiene más que enseñarnos.
El emprendimiento puede fomentarse, y así lo están haciendo iniciativas como la de la Fundación Príncipe de Girona o el Proyecto Valnalón, pero también debe promoverse un cambio profundo de mentalidad. Y parece que el cambio empieza a hacerse visible, como denota un anuncio de reciente emisión, en el que un joven, tras dar un repaso a los negocios que ha emprendido (sin éxito) a lo largo de su vida, reflexiona: “Todavía no sé lo que hay que hacer, pero empiezo a ser un experto en lo que no hay que hacer”.
Fuentes | |
– Anuncio de Michael Jordan | |
– Emprender es posible. Alemany, Luisa y Planellas, Marcel. Centro Libros PAPF S.L.U (Grupo Planeta), Barcelona, 2011. | |
– Iniciativa emprendedora. Caldas, María Eugenia y Murias, María Isabel. Editex, Madrid, 2008. | |
– Aprender a emprender. Cómo educar el talento emprendedor. Pellicer, Carmen, Álvarez, Beatriz y Torrejón, Juan Luis. Aula Planeta 2013. | |
– El éxito a través del fracaso. La paradoja del diseño. Petroski, Hernry. FCE. México, 2008. | |
– Imagen artículo: Creative Commons. Diana Hidalgo | |
– Imagen portada: Creative Commons. Xabier. M |