La curiosidad es un gran recurso, una ventaja evolutiva y una de las principales características del ser humano. Cierto que en ocasiones puede ser un impulso excesivo y desmesurado, de ahí quizá la advertencia en forma de refrán. Pero del cultivo de la curiosidad nacen los científicos, los exploradores, descubridores…
EC | Madrid | Enero 2013
Miguelito va con su madre a la compra. De pronto, se para y se agacha junto a un trozo de césped:
– Mira, mami, ¡un caracol!
Puede que su madre tenga prisa, o que esté dándole vueltas a algún problema o, simplemente, enfrascada en sus pensamientos. Sin apenas mirar a su hijo, tira de su mano y le dice:
– Venga, venga, no te distraigas con tonterías.
Sin quererlo, está poniendo una losa sobre el espíritu curioso de Miguelito, de forma que, poco a poco, losa tras losa, esa curiosidad infantil se va aplastando hasta desaparecer. La madre, sin darse cuenta, está acabando con la curiosidad del niño. Le transmite el mensaje de que observar, querer aprender, es una tontería, una pérdida de tiempo. Quizá, si no disponía de tiempo para acercarse a mirar el caracol, la madre habría podido aprovechar para decirle que luego buscarían un libro sobre caracoles, o que le enseñaría a dibujar uno. Es fácil estimular la curiosidad e interés de los niños, pero también lo es relegar esas características al olvido si no se les hace caso.
En Energía Creadora ya hemos hablado de cómo la curiosidad es una de las mayores cualidades de los niños, y de lo triste que es que se vaya perdiendo con el paso de los años.
Los niños son como pequeños científicos: en sus cabecitas se amontonan preguntas, hipótesis, dudas… Necesitan comprender una enorme cantidad de hechos que, para nosotros, la fuerza de la costumbre ha vuelto completamente normales. Todo lo quieren saber, probar y experimentar por sí mismos. A veces nos sobrepasan; su curiosidad es arrolladora. Esto va implícito en la etimología de la palabra: “cur”, en latín, significa ¿por qué? Podríamos afirmar que la curiosidad es una disposición natural a preguntar ¿por qué?
Los expertos en aprendizaje se están dando cuenta de que es fundamental cultivar esa curiosidad y utilizarla como acicate educativo. Dice Ricard Huguet que algo falla en la educación cuando los niños empiezan el colegio deseando ser astronautas, y lo terminan queriendo ser funcionarios. Hay que mantener viva la chispa de la curiosidad.
“Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación formal” Einstein
“El ser humano es un animal naturalmente predispuesto a explorar y conocer el mundo que le rodea. Su curiosidad no se limita a aspectos descriptivos acerca del ambiente circundante inmediato, como la pregunta ¿qué es eso? Ya en la primera infancia, las preguntas inquisitivas sobre “lo que es” dan rápidamente el salto hacia un proceso activo y operacional de experimentación: ¿cómo funciona eso?, ¿qué sucede si…?” (Curiosidad y el placer de aprender, pg. 134)
Sin embargo, la curiosidad es una fortaleza humana poco estudiada hasta ahora, a pesar de ser muy productiva: posee gran relevancia en ámbitos como la creatividad, el ocio y las relaciones sociales y aplicaciones en psicología educativa, deportiva, organizacional y clínica. Aunque la curiosidad puede ser una característica universal del ser humano, cada individuo posee intereses personales y difieren en su receptividad a la novedad y los desafíos, y en la intensidad, frecuencia y sostenibilidad de sus estados de curiosidad.
La curiosidad es un fenómeno emergente, un impulso interno, un comportamiento lúdico que busca explorar y experimentar lo nuevo y desconocido. Está relacionada con el interés, el flow y la motivación intrínseca. Definimos curiosidad como la búsqueda deliberada de la novedad y las ocasiones desafiantes. Constituye una importante dimensión de la inteligencia, ya que representa la fuente principal del deseo de saber, de las ganas de aprender.
Podemos hablar de dos tipos de curiosidad: la duradera y la temporal.
- La curiosidad característica o duradera alude a la diferente disposición hacia comportamientos curiosos. Una persona con mucha curiosidad tiene tendencia a la novedad, prefiere la complejidad, la incertidumbre y el conflicto. Por eso es más probable que busque actividades con esas características y tiene estas experiencias más fácilmente y a menudo.
- Por su parte, la curiosidad temporal o de tarea, es un estado de curiosidad temporal evocado por una actividad en curso. Implica una transacción entre la persona y el entorno. Cuando son curiosos, los individuos están activamente involucrados en la búsqueda de un disfrute personal. Y es que la curiosidad está asociada al juego, al disfrute, a la satisfacción que proporciona aprender y descubrir. Reforzar la curiosidad momentánea sirve para fomentar la curiosidad duradera.
Aprender llevado por la curiosidad es despertar el placer de conocer, comprender, descubrir, construir el conocimiento… La curiosidad va asociada al aprendizaje a lo largo de toda la vida, siempre y cuando se haya adquirido ese gusto por conocer.
La curiosidad no es sólo un incentivo para el aprendizaje, sino que ella misma se debe aprender y cultivar.
La curiosidad es un estado psicológico maleable, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes; ya hemos visto lo fácil que es influir negativamente en su desarrollo y mermarla. Pero también se puede alimentar y desarrollar. En todo caso, es una característica que está fuertemente influenciada por el contexto social. Entornos inquietos, curiosos y abiertos a la novedad generan individuos curiosos, creativos, ocurrentes… La curiosidad es, a su vez, un factor social imprescindible para las culturas vivas y los sistemas dinámicos.
¿Qué podemos hacer para que la curiosidad florezca?
- La mejor forma de incentivar la curiosidad de un niño es hacer caso y responder a sus preguntas.
- Incitar a los niños a la observación, a que se hagan preguntas y así descubran el mundo que les rodea.
- Compartir su interés y curiosidad por el mundo.
- Proporcionarle libros, visitas, experiencias, etc. que estimulen su interés.
- Hablar con él y formularle preguntas sobre lo que sabe, animarle a averiguar más cosas.
Fuentes | |
– Curiosidad y el placer de aprender. El papel de la curiosidad en el aprendizaje creativo. Hugo Assmann. PPC. Madrid, 2005. | |
– Cómo desarrollar la mente de su hijo. Robert Fisher. Obelisco. Barcelona 2003. |